La
vida, objeto metafísico, el más extraño que existe, contiene unidad en todo lo
vivo sin importar la categoría que se le dé subjetivamente a cada especie; es
decir, la vida es una y solo por el principio de individuación se vuelve
objetiva en cada ser. La vida individual, ante la unidad, importa tan poco que,
hasta los más pesimistas ante la muerte individual dicen resignados: “La vida
sigue”.
En
este contexto la vida es dolorosa y trágica pero, mientras dura, el ser humano
puede válidamente elevarse hasta lo extraordinario y superar su individualidad con suma alegría; aun a
pesar de saber que lo espera su aniquilamiento particular.
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