Los intelectuales, académicos,
profesionistas y artistas mexicanos de primera línea; así como las demás personas
pensantes están en total desacuerdo con el Partido Revolucionario
Institucional, Enrique Peña Nieto y su gabinete debido a las reformas
privatizadoras que se están llevando a cabo en México. A primera vista solo se
trata de dos posiciones antagónicas germinadas por incomprensión de dichas
reformas por el primer grupo. Sin embargo, las cosas tienen sus diversos
niveles de profundidad. En el fondo último están dos posiciones antagónicas irreconciliables:
el pragmatismo (la utilidad con sentido corto, dependiente e inmediato) y la
vida consciente basada en la ciencia, la filosofía, el arte, la cultura, la
justicia, la solidaridad, que aunque atienden a lo inmediato, preparan lo
mediato y lo lejano y todo aquello que hace al ser humano mejorar en bien de la
nación mexicana.
A los pragmáticos no les importa otra cosa
que no sea la producción y prestación de bienes y servicios de manera permanente
y creciente sin reparar en los daños que se causen a la naturaleza, a la fauna,
la flora, suelo y a la población mexicana. No es casual que haya sido Peña
Nieto el político apoyado por Soriana, Monex, Televisa, Tv Azteca y todas las
grandes empresas trasnacionales; ya que las mismas tienen el mismo objetivo.
Es publica la tremenda ignorancia de Peña
Nieto y si el pueblo se pregunta y se asombra de que una persona limitada en la
ciencia, en la filosofía, en el arte, y en general, la cultura, haya alcanzado la
máxima magistratura mexicana; la respuesta es, que es solo una pieza funcional
de toda una maquinaria que trabaja incansablemente día y noche en los ámbitos, político,
de gobierno, el educativo, el cultural, de comunicación televisiva y todos los
medios incondicionales al neoliberalismo. No es, Peña Nieto la mente maestra
que diseña y promueve las reformas estructurales y de segundo orden, eso es
darle excesiva importancia; es evidente que si no puede articular dos o tres
ideas menos es capaz de tamaña empresa.
Ahora bien, a esta visión y práctica de la vida pragmática
se le opone a la visión de los intelectuales, artistas, académicos, escritores
y todos aquellos que se dan plena cuenta de la mutilación, estrechamiento y mecanización
que se trata de hacer a la vida misma. Para
este grupo de personas la vida debe ser dinámica, creativa, espontanea, sin límites
a priori, alegre y libre. En consecuencia, cuestionan al gobierno federal y se
oponen decididamente a la implementación del neoliberalismo sin antes, no pasar
por la crítica profunda al consumismo de bienes y servicios sin ton ni son.
Saben que darle más poder a las empresas trasnacionales en lo público es
enajenar la vida misma, lo más preciado, a lo banal, lo inútil, lo estéril. No habría
posibilidad de que la vida se desarrollase en plenitud sino que sería una vida
limitada por la mera producción de bienes y servicios con la rapiña y daño a la
naturaleza y todo lo que en ella habita y vive.
Peña Nieto solo entiende el automatismo,
es feliz con las apariencias y las formas prediseñadas de la vida. Por eso, cuando
sale solo un poco de lo planeado, sus limitaciones se hacen evidentes de manera
fatal. Pero lo sostiene el capital privado, nacional y extranjero que solo
tienen un solo objetivo: obtener las mayores ganancias al más bajo costo sin
importar los daños a la naturaleza y a la vida.
En fin en el fondo estas son las dos
posiciones que se enfrentan y la moneda aún está en el aire. Solo la toma de
consciencia por parte de la nación mexicana y la acción política pueden
inclinar la balanza a favor de la vida libre, espontanea, solidaria, justa en
lo general y equitativa en lo particular.
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