lunes, 28 de abril de 2014

ALABADO SEA EL SEÑOR: SANTOS, DEMONIOS Y FANÁTICOS



La beatificación de Juan Pablo II no puede ser otra cosa que una burla a toda la humanidad. Esto no sería posible si los católicos no fueran indiferentes a toda bondad hacia los menores de edad que han sido violados por una larga lista de sacerdotes y toda una red de complicidad de la cúpula vaticana. ¿Qué se puede festejar, cuando hay una interminable estela de agravios sobre menores indefensos por aquellos que deberían cuidarlos?. La pederastia sacerdotal debería ser motivo no solo suficiente sino permanente para exigir la aplicación de la ley civil sobre estos delincuentes y el inmediato abandono de este culto perverso. Pero ¿qué ha pasado?, se han dado toda clase de conductas de encubrimiento desde el papado hasta el último sacerdote. Del rebaño ni se diga esta tan fanatizado que está dispuesto a insultar y a un a tomar la defensa más rabiosa en favor de esta red delincuencial.

Los más fanáticos no tienen empacho en hacerse de la vista gorda y ver desde ya milagros por doquier y elevan sus alabanzas tratando de acallar los reclamos de justicia. Esto no puede calificarse sino como locura rabiosa. Se puede adivinar el estado mental de tales defensores de curas pederastas. Alegan cosas tan infantiles como perversas en defensa de sus pastores, amos, sin importarles las atrocidades que estos cometieron en contra de los infantes.

Si se ha llegado al extremo de santificar a un Papa que ordenaba que no se usara anticonceptivo alguno para el control natal entre los más pobres de los pobres se puede esperar cualquier cosa. Esta prohibición anticonceptiva nos da la medida de la mentalidad papal: excesivamente pobre. Ahora, imagínese la calidad mental de quienes se lanzan sin ton ni son a defender estas ideas. Son solo instrumentos ciegos de la perversidad, sin siquiera usar la mínima razón. A este proceder se le puede llamar humano en su sentido positivo; creo que no. Nunca he creído en entidades metafísicas en el campo de la teología pero, si algo se acerca a lo demoniaco es la conducta dócil del rebaño hacia sus pastores y rabiosa hacia toda crítica a las conductas delictivas cometidas a la sombra de la iglesia católica.

El rebaño envilecido siempre en todo momento saldrá en defensa de sus amos, sus tiranos, esa es una regla general. Es precisamente ese rebaño, el que sostiene fanáticamente al poder eclesiástico, el que atacará, no con argumentos razonables sino con ataques burdos y groseros carentes de todo fundamento. No dejaran en su estercolero puño que arrojar. Sin embargo, no se les debe temer de manera alguna, son pobres diablillos que seguirán dando vuelta sobre su fango. Defendiendo con uñas y dientes de madera lo indefendible. Los delitos son evidentes; la santidad falseada y el amor al prójimo ausente y eso es lo que nos debería poner a pensar, a reflexionar. No se han cometido delitos, en general, contra personas adultas sino contra niños indefensos, traicionando la confianza de los padres y de la sociedad en general. Que perversidad e impunidad. Si no se siente la más profunda indignación por este tipo de delitos, no sé, ante que delitos podrán los pueblos sensibilizarse y llegar a la conclusión de que esto es monstruoso e imperdonable.

Con respecto al suscrito, me tienen sin cuidado los ataques personales por esa pequeña gentecilla envilecida. Pueden decir todo lo que quieran y hacer lo que les plazca. Para mí, los delitos cometidos por los sacerdotes, de todas las categorías, son inaceptables e imperdonables. Si la cobardía y la locura se han apoderado de las mayorías que, por una parte callan en defensa pasiva y por la otra, gritan en rabiosa defensa fanática de estos delincuentes de beata faz, esto no es óbice para desertar de tales mayorías. Ese rebaño envilecido y fanático no me intimida y no me merece más que desprecio. Son pequeños, con pequeñas ideas y diminutas palabras.

El día veintisiete de abril del dos mil catorce se debe tener como fecha de profunda tristeza, es el día en que se empeñó para siempre la honradez, la justicia, el amor hacia el próximo más indefenso a las más bajas pasiones y al sadismo sacerdotal. En este contexto, ¿Qué celebran con tanto gozo?. Recuerden esta fecha porque cuando se cometan mayores atrocidades se dirá que fuimos locos y cobardes por ni siquiera levantar la voz en contra de estos delincuentes convertidos en santos, justificados por demonios humanos y defendidos por ignorantes fanáticos rabiosos. 

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