La
beatificación de Juan Pablo II no puede ser otra cosa que una burla a toda la
humanidad. Esto no sería posible si los católicos no fueran indiferentes a toda
bondad hacia los menores de edad que han sido violados por una larga lista de
sacerdotes y toda una red de complicidad de la cúpula vaticana. ¿Qué se puede
festejar, cuando hay una interminable estela de agravios sobre menores
indefensos por aquellos que deberían cuidarlos?. La pederastia sacerdotal debería
ser motivo no solo suficiente sino permanente para exigir la aplicación de la
ley civil sobre estos delincuentes y el inmediato abandono de este culto
perverso. Pero ¿qué ha pasado?, se han dado toda clase de conductas de encubrimiento
desde el papado hasta el último sacerdote. Del rebaño ni se diga esta tan
fanatizado que está dispuesto a insultar y a un a tomar la defensa más rabiosa
en favor de esta red delincuencial.
Los
más fanáticos no tienen empacho en hacerse de la vista gorda y ver desde ya
milagros por doquier y elevan sus alabanzas tratando de acallar los reclamos de
justicia. Esto no puede calificarse sino como locura rabiosa. Se puede adivinar
el estado mental de tales defensores de curas pederastas. Alegan cosas tan
infantiles como perversas en defensa de sus pastores, amos, sin importarles las
atrocidades que estos cometieron en contra de los infantes.
Si
se ha llegado al extremo de santificar a un Papa que ordenaba que no se usara
anticonceptivo alguno para el control natal entre los más pobres de los pobres
se puede esperar cualquier cosa. Esta prohibición anticonceptiva nos da la
medida de la mentalidad papal: excesivamente pobre. Ahora, imagínese la calidad
mental de quienes se lanzan sin ton ni son a defender estas ideas. Son solo
instrumentos ciegos de la perversidad, sin siquiera usar la mínima razón. A
este proceder se le puede llamar humano en su sentido positivo; creo que no. Nunca
he creído en entidades metafísicas en el campo de la teología pero, si algo se
acerca a lo demoniaco es la conducta dócil del rebaño hacia sus pastores y
rabiosa hacia toda crítica a las conductas delictivas cometidas a la sombra de
la iglesia católica.
El
rebaño envilecido siempre en todo momento saldrá en defensa de sus amos, sus tiranos,
esa es una regla general. Es precisamente ese rebaño, el que sostiene fanáticamente
al poder eclesiástico, el que atacará, no con argumentos razonables sino con
ataques burdos y groseros carentes de todo fundamento. No dejaran en su estercolero
puño que arrojar. Sin embargo, no se les debe temer de manera alguna, son
pobres diablillos que seguirán dando vuelta sobre su fango. Defendiendo con
uñas y dientes de madera lo indefendible. Los delitos son evidentes; la
santidad falseada y el amor al prójimo ausente y eso es lo que nos debería poner
a pensar, a reflexionar. No se han cometido delitos, en general, contra
personas adultas sino contra niños indefensos, traicionando la confianza de los
padres y de la sociedad en general. Que perversidad e impunidad. Si no se
siente la más profunda indignación por este tipo de delitos, no sé, ante que
delitos podrán los pueblos sensibilizarse y llegar a la conclusión de que esto
es monstruoso e imperdonable.
Con
respecto al suscrito, me tienen sin cuidado los ataques personales por esa
pequeña gentecilla envilecida. Pueden decir todo lo que quieran y hacer lo que
les plazca. Para mí, los delitos cometidos por los sacerdotes, de todas las categorías,
son inaceptables e imperdonables. Si la cobardía y la locura se han apoderado
de las mayorías que, por una parte callan en defensa pasiva y por la otra,
gritan en rabiosa defensa fanática de estos delincuentes de beata faz, esto no
es óbice para desertar de tales mayorías. Ese rebaño envilecido y fanático no
me intimida y no me merece más que desprecio. Son pequeños, con pequeñas ideas
y diminutas palabras.
El
día veintisiete de abril del dos mil catorce se debe tener como fecha de
profunda tristeza, es el día en que se empeñó para siempre la honradez, la
justicia, el amor hacia el próximo más indefenso a las más bajas pasiones y al sadismo
sacerdotal. En este contexto, ¿Qué celebran con tanto gozo?. Recuerden esta fecha porque cuando se cometan
mayores atrocidades se dirá que fuimos locos y cobardes por ni siquiera
levantar la voz en contra de estos delincuentes convertidos en santos,
justificados por demonios humanos y defendidos por ignorantes fanáticos rabiosos.
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