La
metafísica (Dios, alma, cielo, infierno etc.) como fin último de la vida de los
mexicanos es el principio y fin de la vida en su posibilidad más sana. Ya de si
la vida no puede ser totalmente sana; allí tenemos no solo a los individuos
enfermos mental y físicamente sino a pueblos enteros, a clases sociales
enteras. Pero a lo menos sería suficiente para cambiar el mundo donde se vive,
el Estado, con toda su complejidad que el mexicano por lo menos sepa
diferenciar el mundo metafísico teológico y el mundo material con su metafísica
científica para darse cuenta de que estas dos concepciones de la vida necesitan
distintos enfoques y distintas posturas en cada uno de ellos. Mientras que en
el primero, se tiene solo la fe ciega en el mas allá, el segundo, necesita fe
pero en el ser humano, en su ciencia y una acción para las cosas humanas. Es
decir, el mundo material y su metafísica correspondiente necesitan que se le
haga, que el ser humano se ocupe de ello activamente.
No
es posible que los mexicanos, en su generalidad, puedan dedicarle tiempo a la
cosa pública para sanear el Estado mexicano mientras sigan poniendo como fin primero
y último de la vida lo metafísico teológico. Por consecuencia, el mundo imaginario
se toma por real y superior y el mundo material se toma como una realidad de mucho
menor calidad, despreciable. Toda salvación estará en el más allá, donde el
alma del ser humano gozará eternamente de vida eterna y felicidad sin límites.
Bajo
estas condiciones el mexicano, aunque ya solo católico creyente, sigue pensando
que no importa lo que pase en esta vida, pase lo que pase, por muy dolorosa o mísera
que esta sea, no tiene la mínima importancia. Si se conoce el pueblo mexicano se
puede casi, casi palpar este pensamiento de abandono a toda realidad material
por un mundo irracional que ajustará cuentas a todo lo malo y a todos los
malos. Este es un rubro sobre el que se basa la docilidad y maleabilidad del
mexicano aprovechada por los políticos en conjunción con los teólogos para
dominarlo y hacerle creer que no se debe criticar el poder político y clerical.
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