lunes, 27 de mayo de 2013

LA PASIÓN MANDA



El fanatismo es la peor cosa que he conocido. La mayoría de los crímenes contra la Humanidad, un pueblo especifico, guerras, asesinatos en particular y toda clase de tropelías tienen su base en el fanatismo.

Hay fanáticos de toda clase. Los peores son los religiosos. Le siguen los fanáticos de los deportes. Imagino que el vacío que produce la Híper-modernidad hace que el ser humano consuma cualquier cosa o se enajene con cualquier cosa. No es que se deba aislar el ser humano de los deportes sino que no debe dejarse llevar al extremo por los intereses comerciales de los dueños del mismo.

En México, generalmente los dueños de los equipos juegan con los sentimientos de los fanáticos al punto de tenerlos a su disposición para seguir manteniéndose de ellos. Se exaltan tanto los sentimientos que a los seres humanos se les hace llegar a la pasión, es decir, al fanatismo, a la irracionalidad.

Los mexicanos son fanáticos religiosos y del futbol, ambas cosas son un lastre para la libertad. Más aun, sin superar ambas engañifas no se puede ser ciudadano libre. Se llega al extremo de sufrir más por estas dos cosas que por la familia, los amigos y hasta por uno mismo. De esto se valen los dueños de este deporte profesional para vaciar la cartera de los fanáticos. Al parecer estos ni siquiera se dan cuenta y gustosamente van al matadero.

Se confirma, desgraciadamente, que los mexicanos somos una clase modesta, jodida que necesita un poco de distracción de los problemas reales que somos incapaces de superar. Mejor narcotizarse, evadirse de la realidad que superarla. (Tesis de Emilio Azcárraga).

Imagino que en el fondo la mayoría de esas personas no tienen un futuro por sí mismos y prefieren adherirse a algo que ya es. Sin embargo, no se dan cuenta que caen en las manos de proxenetas a quienes no les importan las personas en cuanto personas sino como meros consumidores.

Allí donde ·La pasión manda” no hay más que cadenas. Se pretende hacer héroes falsos que pasen como verdaderos mientras el fanático vuelve al otro día a su jodida realidad con un amargo sabor a triunfo ajeno.


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