El
31 de mayo de 1911 es una fecha memorable. Porfirio Díaz se embarca en Veracruz
rumbo a Europa. Díaz manifestó que el pueblo noble de México le había dado hospitalidad y que ese sentimiento no se apartaría
de él, mientras viviera. Murió el dos de
julio de 1915 en Paris, Francia. Las palabras del dictador fueron contradichas por sus lágrimas. En su
interior sabía que había sido cruel como todo dictador. Solo los ciegos entre
los ciegos dicen que fue un gran estadista.
Hoy,
debemos recordar que la democracia exige lucha y sacrificios diarios,
permanentes. Los políticos en todo momento trataran de someter al pueblo a sus más
bajos instintos y ambiciones desmedidas. La democracia en México ha avanzado
poco pero, ha avanzado y no debemos dar marcha atrás en este rubro y en ninguno
otro.
El
pueblo mexicano recuerda y festeja la revolución de 1910 porque así le conviene
al sistema político mexicano. La revolución mexicana quito a un dictador
individual, Porfirio Díaz para pasar a la dictadura de un partido, el Partido Revolucionario
Institucional. En el membrete lleva la contradicción. ¿Cómo se puede ser
revolucionario y a la vez institucional?. Eso es una engañifa. “La dictadura
perfecta”, llamó a este periodo del priato Mario Vargas Llosa. Cosa que escandalizó
a los demócratas del sistema, oficialista, es decir, a los falsos demócratas.
El
barco Ipiranga se llevó al viejo dictador y nunca regresó con su funesto
pasajero. En un Ipiranga debemos mandar a lo que queda de la vieja y obsoleta “dictadura
perfecta” que resultó no ser tan perfecta e imponer la democracia, es decir, el
poder del pueblo sobre los políticos y gobernantes mexicanos, que hoy gozan de
cabal maldad e impunidad casi absolutas.
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