lunes, 30 de octubre de 2017

JOVEN E IDEALISTA




Cuando era joven e idealista me imaginaba que al leer a los clásicos o, a los grandes pensadores, estaba devorando lo mejor entre lo mejor. Con el paso del tiempo caí en la cuenta de estar comiendo bagazo; hacia un siglo o como veinticuatro que las generaciones se habían alimentado de la médula y todo lo que quedaba era roer un hueso descarnado.

¡Ay de mí, y tres veces ay de mí!, he pecado sin intención pero da lo mismo. ¿Cuántas veces tendré que expiar mis culpas?. Imagino que me he vuelto un viejo gruñón que destila su veneno en el arcano encanto del "saber" para no morir de hastío.

¿Cómo puede tomar por una tragedia la comicidad de mi vida?. No hay remedio más que volverse cínico a la manera de Diógenes para por lo menos ensuciar todo lo posible hasta que alguien tenga el tino de entender y llorar por ese drama.

Ya estoy viejo, demasiado viejo como el polvo de ideas. Ideas viejas que me han sido heredadas como una maldición que tengo que repetir. Saber, sintonía. Saber, sintonía. Creo que estoy desintonizado para entender la verdad. Quiero dormir un poco para que mi yo se pierda y mi subconsciente tome el control como un piloto que haya una barca a la deriva.

Me gustaba ser joven e idealista; hoy detesto la falta de un incentivo del "soma", huxleano para seguir un minuto más en esta sintonía. Dios o Diablo o simple realidad ¡Qué más da!. Todo se derrumba o se pudre y, yo estoy en el límite de mi ebullición como un cerdo sacrificado en el altar de la alimentación, de la vida diaria.

Mis pies se niegan a seguir la senda y mi cerebro hierve como la piedra de cal con tanta fuerza que mucho me temo reventar en plena acción, en una comunión sin descarte, sin la absurda forma de ser.

Tengo un "hoy", que puedo cambiar por un mañana y un pasado inerte como una piel serpiente vacía pero significativa de una nueva vida. En fin, estoy viejo, demasiado para llorar siquiera por una pequeña inconveniencia. He visto el mañana y es igual al hoy.

Estoy desintonizado, viejo es la palabra. Las calles son demasiado oscuras para ser entendidas por mi. Tengo que mirar a través de las viejas cortinas el nuevo amanecer, las nuevas caras del vecindario. Mi psiquiatra trataría esto como una señal de suicido. No hay tal; únicamente estoy vaciando mi mente como quien vacía el depósito de agua o el viejo refrigerador. Ojala esto pudiera cambiar pero el tren no se detiene nunca.



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