Los
políticos afines al actual sistema político piensan y creen que los mexicanos
comunes y corrientes no valen por sí; valen en cuanto son dirigidos por ellos.
Eso es lo que se ha dicho y practicado desde haca cientos de años pero la hora
de los ciudadanos ha llegado y ni ellos siguen creyendo su propio discurso. Ahora
bien, a los ciudadanos mexicanos se les ha despersonalizado y con base en ello,
se les ha manipulado de mil formas para que no sean más que simples números manejables
al antojo de los gobernantes en turno. Sin embargo, esa misma libertad bastarda
que ha dado el liberalismo económico (porque hay que diferenciar el liberalismo
económico del filosófico), también, paradójicamente ha servido para liberar a
los ciudadanos críticos de las ideologías (todas las ideologías esconden la
verdad), y, en consecuencia, despojarse de esa invisibilidad y hacerse presente
en todos los ámbitos. En efecto, si los ciudadanos no valieran por si, no tendría
que torcerse su valor intrínseco y por ende, no comprar su voluntad de mil
maneras torcidas.
El
cambio solo es posible en la medida de que una buena parte, significativa, de
los ciudadanos trabajan individualmente pero con un nexo común: la democracia,
para lograr que se logre la misma. La mayoría de los partidos en México, tratan
por todos los medios de mantener a los ciudadanos en capitis diminutio (Disminución
de la capacidad), para que no votaran por su voluntad ni pidieran rendición de
cuentas o cualquier otro derecho. ¿Por qué suenan las campanas?, porque ha
llegado no solo el momento y la hora de los ciudadanos sino la larga trayectoria
de los mismos.
Los
ciudadanos que hasta ahora han estado en simple calidad de votantes comprados
pueden ser el cambio en la medida de que, ejerzan libremente su derecho al
voto. Sería algo maravilloso nunca antes visto en México, terminarían, esos átomos
disperso, de un plumazo con la clase política corrupta porque ya no habría manera
de dar marcha atrás. La democracia tomaría su camino adecuado con sus pros y
contras pero salvando obstáculos y muy alejada de la práctica estadounidense. En
consecuencia, trabajemos porque esos hermanos tomen consciencia y hagan lo
correcto.
Hasta
ahora, los políticos tradicionales se habían reído a mandíbula batiente pero se
les ha caído el teatro y ya no pueden detener la caída del sistema político actual.
Nunca como ahora la sentencia ¡Hasta la victoria siempre!, ha tomado su
significado más profundo.
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