Década
de los años sesenta del siglo XX. México. El régimen priista tiende su mano de
hierro sobre la sociedad entera pero sobre todo sobre la juventud rockera. Ser
joven y rockero era sinónimo de disidente, de enemigo del gobierno. Las tocadas
se hacían en lugares casi clandestinos y las redadas eran la constante. Por
aquella época gobernaba el inefable Gustavo Díaz Ordaz, el mismo que ordenó la
masacre de 1968. Era tal la represión que Tree Souls in my mind, con su rola “Abuso
de autoridad”, decía que ya solo iba poder tocar el hijo de Díaz Ordaz, Alfredo,
el hijo descarriado pero consentido del papi. Represión para la sociedad
juvenil pero libertinaje para el propio vástago. Y, esa sería la constante durante
muchas décadas. El Priato tenía cerrado el puño y en alto sobre los jóvenes rockeros
y se puede ser abogado o tener cualquier otra profesión u oficio pero hay
algunas actividades son innegables, constantes e impracticables a ratos. Ser
rockero o metalero es una y misma cosa que vivir. Se es día y noche. Puedo ser
abogado y dejar de serlo tan luego salgo de los juzgados pero no filosofo o
rockero, esas dos actividades van unidas, incluso más allá de la muerte. La actividad pensante es inherente a la
persona humana; así como el arte más poderoso que se haya creado sobre la faz
de la tierra: el rock y sus variantes. ¿Qué arte musical se puede jactar de
tener a los artistas más inteligentes, mas intrincados, más diversos, más
cultos, más libres, contestatarios, propositivos y creativos que no sea el
metal?. Ya lo dijo Federico Nietzche: “La vida sin música sería un error”, y,
sin metal lo seria doblemente.
11/03/2017.
La carretera se extiende larga y sinuosa. El motor del autobús ruge a medida
que asciende rumbo hacia la Ciudad de México. La tarde cae melancólicamente cálida.
En mi mente se retumban las notas de “Phoenix” Satyricon. “Dentro de la noche,
mi amiga que por tanto tiempo has sufrido. Renaceremos otra vez. Justo aquí donde
todo termina. De cara al cielo. Un sendero de huno en el aire. Se introduce en
el vacío. Una nueva vida te espera ahí”. ¡Satanás!, ¡Cuánto ha avanzado el metal!.
La
espera ha terminado. Estamos aquí, el maestro Sergio Ruiz Arias y su servidor,
en el Pabellón Cuervo, anexo al Palacio de los Deportes. La cola es como debe
ser: rockeros y metaleros por doquier. Una gran familia que ha triunfado después
de mil batallas contra el régimen. Aquí están los jóvenes con sus vestimentas
negras como las alas de la noche con sus rostros sonrientes y con ansias de
divertirse un poco.
La
noche ha caído. El acceso se libera. No hay empujones, ni disturbios. Todos a
la entrada en orden y armonía. No hay policías vigilando a los metaleros sino
todo un grupo de guardias de seguridad que indican lo necesario para ubicarse
en el lugar adecuado. Los puestos de comida rápida, la cerveza y el tequila están
bien ubicados para pasar un buen momento. La espera no hace otra cosa que
excitar los ánimos. Por fin aparece Ace Frehley y se elevan los gritos de sano
jubileo. El guitarrista de Kiss, muestra que ha depurado su técnica. A los 65
años se nota que tiene la energía suficiente para aguantar el ritmo de la gira
y de la noche. La lista de canciones incluyen, tanto su trabajo con Kiss como
en solitario. Con todo, son las canciones que escribió y ejecutó con Kiss las
que hacen que el público se adentre en el ambiente de nostalgia. Parasite, Love
Gun, Detroit Rock City entre otras fueron ejecutadas brillantemente por la
banda. Porque esta es una banda liderada por Ace.
Richie
Scarlet es la mancuerna perfecta para Ace, es incansable. De lejos se ve que
tienen toda la experiencia para estar en el escenario y dominar con su actuación
la parte que le corresponde. Al final del concierto salió a tomarse selfies con
el público. Es de un trato fácil y complació al público hasta donde fue
posible. Hay que entender la larga gira y el pesado trabajo que realizan.
Chris
Wyse, está a cargo del bajo. ¿Quién no lo recuerda con The Cult?. Su larga
carrera es impresionante y la experiencia que ha acumulado se hizo patente en
el solo que ejecuto y que la banda rockera le festejó. La base rítmica está
bien solida con el binomio que hace con el baterista. Crean y recrean el
ambiente perfecto para que Ace se luzca en el escenario.
Scott
Coogan es el señor de la batería; con una ejecución precisa, sólida y en las
vocales no demérita. Cantó “Detroit Rock City”, y en ningún momento demeritó la
versión original. Los presentes corearon la canción con el ánimo en alto.
El
concierto paso sin incidentes negativos. Estamos en una nueva época. El Priato,
está en franca agonía y sin esperanzas de que regrese. Eso sí, en todo momento
la democracia, la libertad estarán en peligro si los ciudadanos no están atentos
a intervenir en la política. Sin embargo, la hermandad entre los rockeros y
metaleros no ha cambiado radicalmente. Todos los presentes muy bien portados y
con una amabilidad excesiva que me hizo temblar por un momento. Recordé que era
hora de festejar dionisiacamente.
Los
jóvenes quizá no ignoren el largo proceso político que ha vivido el Estado
mexicano y como se ha tratado por todos los medios violentos de impedir la
democracia y la libertad de ir a un concierto. Un hecho tan simple como eso.
Los viejos sabemos que no hay que bajar nunca los brazos. Las heridas no
cicatrizan porque no deben hacerlo. El olvido es el manto protector, el refugio
de los gobernantes y de donde salen renovados como si no fueran los represores
de la libertad ciudadana.
Para
la mayoría de la gente es confuso tratar de temas como el arte y la política juntos.
Eso es así, porque han seccionado, parcializado la vida para mejor control.
Para mí la vida es compleja pero con unidad. No puedo dejar de ver los nexos
que tienen estos dos temas o la Filosofía con la Física relativista o Mecánica Cuántica
por ejemplo. Parcializar el conocimiento es volver miope al ser humano, es
limitarlo para que ignore precisamente la unidad y los nexos de los diversos
rubros de la vida.
El
régimen priista ha caído. Nosotros caminamos hacia el Metro para ir a dormir
unas cuantas horas y, seguir pensando y actuando en consecuencia. De una
batalla venimos y a otra vamos, palabras más o menos de Manowar.
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