domingo, 26 de marzo de 2017

LOS ENEMIGOS DE LA DEMOCRACIA



Los enemigos de la democracia y, que hasta ahora han vivido cómodamente en la corrupción y la impunidad, se han lanzado en orquesta a desprestigiar a Andrés Manuel López Obrador por encabezar el movimiento democrático en México. Los argumentos que esgrimen son simplistas, les está vedada la profundidad, como quienes no son duchos en la confrontación de ideas y si muy prácticos en la polémica de ideologías. Pero se sabe muy bien que una lucha entre los que, oponen puras ideologías es un fatal error. Las ideologías están hechas para ocultar la verdad. Derecha, izquierda y centro con sus matices se enarbolan para exaltar los sentimientos, los prejuicios y tradiciones de las personas individuales o de determinados estratos sociales.

Los corruptos no solo utilizan las ideologías para combatir a López Obrador sino las campañas sucias y deleznables con tal de mantener el actual régimen político podrido del cual viven. La mayoría no se dan cuenta plena de que, no es solo cuestión de cambiar de personas en el gobierno sino de trocar todo el sistema político no por necedad sino por necesidad. Una época se termina por haberse terminado el Estado moderno en México e iniciarse el Estado hípermoderno. Las condiciones fundamentales han cambiado. El viejo sistema político es incapaz de dar cabal cuenta de los problemas nacionales y por ende, de las soluciones de esos mismos problemas.

Contrario a lo que se argumenta, de tener la izquierda a militantes muy ignorantes en general, bien se puede ver que allí están lo más granado de los intelectuales que tienen consciencia de la necesidad de la solidaridad general, el bien común, la justicia recta, la libertad, la dignidad humana y la democracia. La democracia como forma de vida y que, a diferencia de las ideologías tiene una larga tradición de construcción teorética y factual. Desde Grecia con Platón, Aristóteles, pasando por toda Europa con Thomas Hobbes, el Iluminismo con Voltaire, Juan Jacobo Rousseau, Montesquieu hasta llegar a México con Benito Juárez y todos los liberales del siglo XIX y terminar con los herederos de esa larga tradición científica. Porque la democracia se distingue de la ideología precisamente en su carácter científico muy por encima de la retórica, de los filosofastros, de los ideólogos de medio pelo y toda la larga tradición de corruptos.

Ahora bien, son los grandes líderes del viejo sistema los que saben que se les acaban los privilegios bastardos los que, azuzan a sus militantes a desatar una feroz lucha contra un solo hombre para combatir al deseo fundado de un nuevo sistema, este sí, democrático. La mayoría de los defensores del viejo sistema político llamado por mi Priato aunque haya habido gobiernos panistas, son personas manipuladas que tienen la falsa esperanza de seguir viviendo de las migajas que les dan sus líderes con el ánimo de sacar alguna ventaja material o por congraciarse con estos tigres de cartón. En suma, la mayoría, también son ciudadanos sumidos en las mismas desgracias que a los que combaten con tanta energía. No tienen cosa alguna real, objeto ideal o de valores por los que luchar sino por banalidades mientras las cúpulas viven a lo grande.


A diferencia del anterior sistema si se logra implantar la democracia en el nuevo Estado mexicano se impondrá la justicia y no se tolerara la corrupción como símbolo inherente a los que gobiernen; desde el presidente hasta el más modesto funcionario. Claro esto suena utópico y lo será si únicamente una fracción de pueblo trabaja para ello mientras los demás permanecen en la oposición o pasivos. El trabajo entero es del pueblo en general. No se debe luchar por líderes en particular sino por ideales y proyectos generales. Tan luego se corrompan los gobernantes o políticos se debe de combatirlos, en calidad de enemigos del pueblo. He ahí la radical diferencia de pensamiento y de práctica respecto a los defensores del viejo sistema político. Se apoya incondicionalmente a la democracia no a los demócratas que se usen la misma apara obtener el poder y corromperse. Tal y como Aristóteles, en el presente caso, somos amigos de los líderes que encabezan la democracia pero lo somos más de la democracia. Una república es grande cuando sus ciudadanos aportan para ello lo mejor para engrandecerla y no cuando se está al acecho para vivir de la misma pues no es lo mismo vivir con ella y dentro de ella que de ella; tal y como se ha estilado hasta ahora, bajo la máxima: “Vivir fuera del presupuesto es, vivir en el error”.


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