Es
evidente que los principales actores de la vida nacional se relajaron y muchos
se corrompieron y luego corrompieron los órganos de gobierno, instituciones,
organismos desconcentrados, descentralizados y demás dependencia. Las cúpulas magisteriales
hacen más política que la práctica de la educación bien encausada; los gobernantes
se arrogaron para sí, el poder soberano del pueblo, los políticos se
convirtieron en una casta divina, los líderes cristianos como es costumbre
inveterada se aliaron con el poder político, los ricos chuparon ríos de dinero
hasta la saciedad y no quedaron satisfechos. Todos a una concertaron el jugoso
negocio de la privatización iban en busca del Edén en tierras mexicanas y sobre
el lomo del pueblo mexicano. La desaparición de los cuarenta y tres estudiantes
(Cosa inconcebible), dio al traste con sus negros propósitos.
La
privatización de lo público, en México, no les ha resultado en pingues negocios
como lo habían planeado y ya en plena paranoia han salido políticos,
gobernantes, sacerdotes, ricos, empresarios y toda clase de locos a manifestar
que México no se puede detener por los desaparecidos y que la modernización (ojala
supieran lo que dicen, la Modernidad termino allá por 1900) no se debe detener.
El
gobierno de Enrique Peña Nieto es adicto a mostrase como competente y gusta
mucho de pavonearse en todo escenario como tal. Los demás interesados en la privatización
apoyan a este gobierno con uñas y dientes. Todo eso es conmovedor. Y, a todo
esto, ellos tienen la respuesta: ¡Encuéntrenlos!, no se duda de su poder y
capacidad con todas las atribuciones constitucionales, meta-constitucionales económicas,
éticas y morales de que están desbordantes. Sin embargo, el pueblo no puede
aceptar que puedan privatizar y hacer negocios propios poniendo la vida muy por
debajo de lo meramente material y que ni siquiera sean capaces de encontrar a
los desparecidos por el propio gobierno.
En
caso de no localizarlos y dar las explicaciones científicas, lógicas y apegadas
a la realidad este gobierno y sus activos apoyadores estarán mostrando a los
mexicanos su incapacidad para gobernar y por ende, su clara falta de legalidad,
de interés por el bien común, su insensibilidad y la más vil adicción por lo
material y por ende, la imperiosa necesidad de una reforma profunda del Estado
mexicano en donde exista justicia, democracia, legalidad, igualdad, libertad y
todo aquello inherente a la vida sana en sociedad.
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