La
revolución mexicana de 1910 lucho contra la dictadura de Porfirio Díaz y sus
duras medidas contra la nación mexicana. La barbarie de Díaz no tenía límites
en aras de mantenerse en el poder. Ahora bien, el objetivo se logró pero sobrevino
otro mal mayor. Se instauró, por todos los medios legales e ilegales, por el
corporativismo a los tres sectores obrero, campesino y popular, por medio de la
violencia de todo tipo una dictadura de partido: el Partido Revolucionario
Institucional (El nombre, a pesar de su aparente contradicción ¿Revolución
institucionalizada?, lleva el fin acabar con los fines de la revolución,
terminar con su dinámica e imponer el partido para gobernar indefinidamente).
Las fracturas políticas internas del Partido Revolucionario Institucional en conjunción
con los factores sociales (una sociedad más abierta), la globalización a través
de los medios y redes sociales, la imposición del Neoliberalismo, las reformas
electorales que dieron paso a la formación de los demás partidos políticos, la pérdida
del Distrito Federal por parte del PRI y la consecución de gubernaturas por
otros partidos, la gradual pluralidad en los órganos legislativos y la consecución
de presidencias municipales por partidos diversos al oficial, contribuyeran a
terminar con la dictadura del partido único en el gobierno y se pensó que la
democracia había llegado; sin embargo, la ambición de los políticos se desbordó
y burdamente pero con graves consecuencias hicieron vigente y con mayores
alcances el pragmatismo cínico contenido en la frase “Vivir fuera del
presupuesto es vivir en el error”, ribeteado con la corrupción se dio al traste
con la incipiente democracia. Lo público se ha vuelto el blanco fácil de los políticos
y al par de imponer el Neoliberalismo se saquea, roba, malversa lo público.
Se
está ante una dictadura de partidos y donde el ciudadano no importa porque no
puede participar activamente ni tiene la posibilidad de cambiar radicalmente la
corrupción, ineficacia de los gobernantes, políticos y dueños de las
trasnacionales que han decidido en conjunción depredar todo lo publico en su
beneficio en demérito de los intereses del pueblo.
Es
una incongruencia tener una nación pobre y una clase política auto divinizada
con salarios estratosféricos y libres para hacerse ilícitamente ricos, sabiendo
que el amplio manto de la impunidad los tiene fuera del alcance de la ley. Se
debe terminar con la dictadura de los partidos e imponer la democracia en donde
la ley impere en beneficio de todos pero limitando a los gobernantes, políticos
y dueños de las trasnacionales. Ciertamente, la realidad tiene la dinámica que todos
los actores determinan. Los cambios lentos y magros comparados a lo ideal cala
hondo en la sociedad, logrando con esto que los ciudadanos abandonen el interés
por la política y muchos francamente solo actúan bajo los liderazgos corruptos
o vendiendo su voto.
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