domingo, 4 de enero de 2015

LA SOBERANÍA COMO EMBUSTE



Si en la Constitución Política de un Estado se le llama soberano al pueblo pero en la práctica se le niega toda posibilidad de revocar el mandato del presidente de la Republica (Cosa pública, de todos) hasta el mandato del presidente municipal más modesto o de cualquier otro funcionario para corregir los excesos, malas prácticas y la corrupción, esto no puede ser más que una simulación de la democracia, de la justicia, de la igualdad, de los derechos humanos y las garantías individuales. Los ciudadanos, entonces, estarán en constante peligro y riesgo en pedir cuentas, transparencia y justicia e inmediatamente se verá que el monopolio de la violencia que tiene el Estado se dirigirá contra el pueblo mismo y contra los luchadores sociales, periodistas y estudiantes. El mal se halla en la casta política que se ha vuelto una especie de clase divina que hereda los puestos a los hijos, sobrinos, familiares y demás oportunistas. Esta misma clase política, en tales condiciones esta fuera del alcance de la ley, concertada para apropiarse de la soberanía popular para vivir a todo lujo cometiendo toda clase de excesos y delitos con toda impunidad. El método más usado para mantener al pueblo sojuzgado es la implementación del terror pánico; muertes violentas, desapariciones forzadas, masacres y asesinatos para que de la voluntad nacional se erradicado el deseo de justicia, de cambio, de democracia y de exigencia de todos los derechos humanos, garantías individuales y políticos que tenga derecho el pueblo. 


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