miércoles, 7 de enero de 2015

LA RELIGIÓN, SUS ACTOS Y EFECTOS



No soy religioso debido a los sutiles odios que la religión incuba en los humanos y el aparente amor al prójimo. Se me hace una locura inadmisible pretender que las mujeres sean tomadas como impuras y ser tratadas con menosprecio y se les haga, por esta misma locura, la vida más pesada y desgraciada. Los religiosos me dicen que mi madre contiene el pecado original; de mis hermanas, mis hijas y demás mujeres de las que soy menesteroso lo mismo. Me quieren hacer creer a toda costa que los que profesan una religión diferente son mis enemigos por adorar un Dios falso.  Por si esto fuera poco, me piden, que digo piden, exigen que los mantenga y en caso, de negativa me maldicen como a Baruch Spinoza: día y noche en todos los rubros de la vida.

Los líderes religiosos quieren uniformar a todos con su monopolio de locura. Quieren que odie a los homosexuales, a las prostitutas, a los científicos y a los que piensan diferente con la amenaza de la excomunión y la condena a no sé qué tormentos de lo que llaman infierno.  

Todo su quehacer se reduce en debilitar, en enfermar mi cuerpo y mi mente, en torcer la realidad y esconder la verdad en las tinieblas. Para mí esto es la más grave perversidad. Y, sin embargo, esto no queda aquí, secretamente se alían a los gobernantes para someter a los demás, no pagan impuesto alguno, viven como sátrapas y mienten de día y de noche sin descansar en la vida. La mayor crueldad la cometen contra la niñez en todas las formas posibles de ilícitos que, por lo general, quedan impunes. Por todo ello, apenas tengo cerca un fanático religioso, se encienden todas las alarmas en mi ser y para mi desgracia me doy cuenta que estoy rodeado indefectiblemente de locos. Odiar y matar es su divisa.
 


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