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Es lastimoso llenar a los niños con tantos cuentos, dogmas y mentiras de todo
tipo: Hadas, princesas, reyes magos, niños milagrosos, ángeles y querubines. Nunca
se ha hecho un estudio en los niños sobre los efectos de mantenerlos viviendo
en un permanente engaño respecto a la vida y se piensa que, la adolescencia
debe ser la época de las crisis por excelencia y quizá, esta época no solo sea
el resultado biológico, químico y psíquico sino también resultado social de una
preparación deficiente para la vida. Afortunadamente la mayoría lo olvida y
supera, no sin ciertos desengaños, sin embargo, en muchos adultos perviven
persistentemente las secuelas de un infantilismo inagotable y ridículo en todos
los actos y hechos importantes de sus vidas. No obstante, como la fuerza de la repetición
dogmática ha vuelto un uso, una tradición este infantilismo se considera normal
y es, condenada toda crítica. Lo que no madura a tiempo no madura nunca.
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