Los
naturales de lo que hoy llamamos América vieron siempre con desconfianza a los
españoles y no aceptaban la religión católica con sus locuras y crueldades. Así,
Diego Velázquez condenó al jefe Hatuey a ser quemado por oponer resistencia a
los españoles.
“Atado
ya al fatal poste, e instado a abrazar el cristianismo para que su alma fuese
admitida en el cielo, preguntó si los blancos irían allí; y habiéndosele contestado
afirmativamente, exclamó; “Entonces no quiero ser cristiano, por no ir otra vez
a un lugar donde encuentre hombres tan crueles”[1].
Los
españoles, llevados de su artificial moral torcida creían salvar almas mientras
mataban de las más horribles formas sin detenerse a pensar en lo errada que
estaba su fe, tan perversa o más que la de los naturales y no salen bien librados
de su eterna tontera.
[1]
Prescott, H. William. Historia de la Conquista de México.
México, ed. Porrúa, 2000, “Sepan cuantos”. Pág. 107
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