El
capitalismo liberó a los siervos del yugo monárquico y para ello hacía falta
que se hubiera preparado a los seres humanos en un nuevo pensamiento. Toda la Edad Media fue un
vivir de cara al Dios cristiano, pensando y haciendo todo por la salvación del
alma. Para lograr esta forma de vida era menester dogmas férreos, profundos
y que se limitara la visión de los seres humanos a tal grado de no ver otra
cosa que los pecados por un lado y la salvación por la otra mediante toda una
maquinaria burocrática bien disciplinada de teólogos. La autoridad era
piramidal, de arriba hacia las bases. Todo intento de variación era un pecado con
su consecuente pena.
Lutero
representa en este contexto, la terminación de la hegemonía autoritaria y el
Papa o cualquier otra autoridad eclesiástica ya no era necesaria para la interpretación
de la Biblia. Los seres humanos por si podían lograr distinguir entre el bien y
el mal y actuar en consecuencia. Cosa asombrosa si vemos que durante diez siglos
no se tuvo más autoridad para vivir que la sacerdotal.
La
terminación de la época medieval dio paso a las sociedades organizadas dentro
del Estados nacionales. Libres los siervos podían valerse por sí mismos para
poder vivir. El Estado creció hasta volverse absoluto como con Hegel. Pronto
los gobiernos de los Estados sintieron la pujanza del poder que habían
alcanzado y la sociedad se sintió acorde con esta nueva forma de gobierno. Todo
el Iluminismo trato de ser una preparación para que los seres humanos “Se
atrevieran a saber”. Libres al fin de toda autoridad de todo tipo. Sin embargo,
las relaciones entre capitalistas y obreros iban a la deriva sin que, estos últimos
tuvieran derechos. Una larga lucha llevo a la conquista de derechos que pronto
fueron reconocidos como inherentes a los trabajadores. El marxismo había calado
hondo en la conciencia obrera.
En
México la constitución de 1917, se reconoció que los trabajadores tenían derechos
y se creó el Derecho Social. Se dijo, entonces que era la Carta Magna más
avanzada del mundo. El Estado mexicano llegó no solo a reconocer los derechos
de los trabajadores sino que perversamente se volvió corporativo y paternalista
al punto de crear programas asistenciales como un medio de control estatal
sobre la nación mexicana. Tres grandes sectores se construyeron: El obrero, el
campesino y el popular que englobaban a todo el pueblo mexicano. Aquellos que
no estuvieran dentro de algún sector irremediablemente estaban condenados a no
avanzar y a perecer.
El
crecimiento de las empresas no detuvo su marcha y con el tiempo se volvieron
trasnacionales que sentían la imperiosa necesidad de liberar por segunda ocasión
al ser humano pero ahora no del yugo del Estado sino del paternalismo estatal.
Se debían desaparecer sin importar como todos los programas de asistencia
social para que los seres humanos tuvieran la imperiosa necesidad de ganarse
con su propio esfuerzo los bienes y servicios para su vida diaria.
El
Neoliberalismo ha puesto bajo su dominio a los gobierno de los Estados nacionales
y les dicta el qué, el cómo y el cuándo de la economía y México no es, la excepción. Con
la característica consabida de que el sistema político es corrupto en su
totalidad sin importar el partido gobernante, y con el distintivo de que en este momento de
privatización están los señores de la corrupción. No hay día en que no se sepa
de un acto o hecho ilícito cometido por funcionarios públicos desde el
presidente de la República hasta el más modesto de los presidentes municipales
sin ningún castigo. Ello significa que no existe el mínimo marco de verdadera
legalidad que haga que los gobernados puedan alcanzar sus fines propios,
quedando excluidos del trabajo, educación, salud pública y cualquier otro rubro
necesario para la vida diaria.
Es
un fatal error híper-individualizar a
los seres humanos (liberarlos del Estado y arrojarlos al ruedo del híper consumismo)
sin proporcionarles las condiciones apropiadas para que puedan desarrollar sus
habilidades al mayor grado y dar respuesta a las nuevas condiciones de vida y
salir con éxito. Esto se agrava si se tiene en consideración que la clase política
es, una clase zángana divinizada que dócilmente acepta la privatización de lo público
sin poder aportar una sola solución benéfica para el pueblo mexicano. Si a esto
se le agrega la casi nula garantía de justicia se tendrá un desastre económico,
social y político.
Tal
vez no sea posible salvar por el momento a los seres humanos del híper
consumismo, pero sí es, necesario corregir tres grandes rubros en la vida de los
mexicanos: Acotar la enorme corrupción gubernamental y por ende, la de la nación
mexicana, imponer un marco de justicia riguroso contra los gobernantes, políticos
y dueños de las trasnacionales y dar las condiciones necesarias al pueblo
mexicano para poder desarrollarse por sí mismo según sus capacidades pero sin exclusión
todo ello bajo el marco legal que no permita que se esté por encima de la ley.