Los panistas han de estar suspirando
por tener una monarquía en México que sea apéndice de la española o en su caso,
de cualquiera otra. Los panistas son los herederos de los conservadores; claro,
ya no se llaman conservadores sino panistas y en el supremo descaro, demócratas,
aunque sigan siendo conservadores de doble y hasta triple moral y tengan las
manos elásticas de más largo alcance. Todo lo corrompen con singular alegría.
Las monarquías son, desde hace mucho
tiempo, antiguallas. El Iluminismo y los burgueses lucharon contra los derechos
divinos que se atribuían los nobles. La revolución francesa fue el golpe más
duro que recibió la monarquía. Pretendiendo recibir su derecho a gobernar de su
dios mismo, el rey, junto con toda la nobleza, se negaban a entrar en razón y pretendían
seguir gobernando de manera arbitraria. Luis XIV era tan estúpidamente arrogante
que declaraba: “El Estado soy yo”. Ante
tanta locura se desato la indignación y locura de la revolución que dio su más
severo golpe a los ñoños nobles.
En México los conservadores en todo
momento han querido gobernar a través de la autoridad incuestionada; a la
manera monárquica y ellos a la cabeza. Imagínese a Fox o, a Calderón con los títulos
de nobleza. Eso hubiera sido como un cuento de hadas; hubieran estado
encantados, a las mil maravillas. Toda la corte ahora estaría compuesta por
Josefina, Cordero, Madero y toda la pléyade de inútiles panistas y no solo inútiles
sino verdaderamente retrogradas.
Mientras no se termine con los
pretendidos derechos divinos, ridículos hasta el tuétano, no podremos, como
humanidad pasar a otro estadio de realidad humana. Seguiremos explicando las
cosas de la vida más fundamentales desde el sepulcro, desde el más allá, a través
de ideas falsas, fantasmas y prejuicios. Muera la monarquía, viva la humanidad
libre de moralina.
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