lunes, 2 de junio de 2014

NUEVAS TIERRAS, NUEVOS MARES NUEVOS PELIGROS



La caída del muro de Berlín puso en movimiento una realidad que estaba estancada entre dos mares, entre dos cielos en donde brillaban dos estrellas polares. Se ha dejado la construcción de una realidad por seguir el impulso de la híper producción, del híper consumismo y de la híper individualidad. Esto tiene loco al mundo. Los conservadores añoran el mundo arreglado bajo la teología y, a, un orden jerárquico lleno de fe en la vida de cara a Dios. Eso ya no es posible por más que se añore y se prodiguen ayes de dolor y se tilde rabiosamente de locos a quienes vislumbran el nuevo orden mundial.

No será con rezos como se arregle este mundo. Ni será con reproches entre los géneros como se logre paliar este nihilismo que nos rodea y sobrepuja a cada instante. El mundo está perdido pero no definitivamente y no de todo. Se buscan nuevas tierras y no hay forma de dar marcha atrás, por pura necesidad los pueblos en conjunto tienen que echarse al mar proceloso con todos los peligros que esto entraña. En consecuencia hacen falta excelentes teóricos. Pero eso es lo que nos falta, pensadores que desentrañen los objetivos de este sistema económico. Eso es posible ya que el capitalismo ha sido analizado desde hace mucho tiempo y tendrá un desarrollo lógico, no va a cambiar de naturaleza ni de objetivos.

Hoy estamos ya lejos de que un ser creado y lanzado a los cielos de la metafísica pueda dejársele la solución de los grandes problemas de la Humanidad. Por eso no se debe permitir que a los pueblos se les adoctrine más en esas falsas soluciones teológicas que solo tienen como objetivo dejarlos en estado de indefensión. ¿Quién en su sano juicio confiaría su vida en un sacerdote símbolo de la decadencia y de la corrupción más absoluta y compinche de los dueños del gran capital?.

Tampoco en el gobierno de los Estados nacionales se debe ya tener confianza, están, irremediablemente sometidos a los dueños anónimos (para el gran público) de las grandes trasnacionales. Estas grandes empresas son las que dan las pautas cuando no las órdenes para que se pongan en vigor y en vigencia leyes para que todas sus actuaciones sean legales y así puedan enriquecerse sin más medida ni obstáculos que tres o cuatro grandes empresas del mismo ramo.

Hay alternativas para frenar la desbordada ambición de los dueños del dinero. Las organizaciones no gubernamentales, la sociedad civil en acción concertada y las ideas y prácticas contrarias a los intereses del gran capital. No son invencibles. El destino no está escrito en su totalidad.  

Es el tiempo de las grandes empresas trasnacionales que no tienen ni ley que los regule en beneficio del bien común; ni ética ni moral que ofrecer sino tan solo puras relaciones mercantiles desventajosas para los consumidores.  Es por ello, que quienes pretenden forjar un mejor mundo con rezos y autoridades basadas en la teología se les debe decir amablemente que ese no es el camino y abandonarlos en sus mares de lágrimas. Al mundo de relaciones meramente comerciales no se le puede oponer la buena fe ni ojos llorosos ni rezos ni fantasmas como soluciones. Eso es ridículamente infantil.  

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