A
menudo se cree que los periodos de paz y felicidad son los estados propicios
para la vida. Sin embargo, el caso mexicano muestra y demuestra lo contrario.
Durante décadas el Estado mexicano dio la impresión de haber alcanzado madurez
y fortaleza política y que todo lo que hacía falta era que los ciudadanos
creyeran en el partido único de Estado y que dentro de este, solo hacía falta
que existiera uniformidad de pensamiento, de gustos, de actuar, de ver y de
sentir bajo la batuta de la única televisora: Televisa. Cada domingo era
domingo familiar y se vivía directo del entretenimiento de “Siempre en domingo”
bajo la dirección de Raúl Velazco. Un programa enteramente de adoctrinamiento
del gusto. Todo artista que quisiera tener éxito masivo debía pasar por la aprobación
del titular de este programa, simbólicamente a través de una patada. Todo
estaba en aparente armonía. No obstante lo anterior, el pueblo se
retroalimentaba con los programas llevados al extremo de la vulgaridad y la ñoñería.
Se estaba perdiendo toda perspectiva dinámica de la vida. Pronto la televisora pasaría
de ser instrumento del poder político a ser el poder político. Los años ochenta
habían llegado. Si Emilio Azcárraga Milmo había hincado el pie ante el poder,
su hijo, Emilio Azcárraga Jean pondría el pie sobre el pueblo mexicano. Claro
hay que dividir las dos etapas, sin embargo, la línea de negocios creada por el
padre es seguida por el hijo al pie de la letra.
Emilio
Azcárraga Jean no realizó ninguna innovación en la programación de su
televisora, mantuvo la vulgaridad como base de su éxito comercial, ante un
pueblo ya corrompido en su totalidad. Recuérdese el cine de ficheras, de
albañiles y toda clase de temas francamente decadentes y se verá lo que allí se
cocinaba. Los personajes más vulgares se encaramaron como modelos morales y de
actuar. Sus opiniones eran tomadas como ejemplos de ser.
No
conforme Emilio Azcárraga Jean con la vulgarización de los contenidos televisivos,
tuvo a bien controlar el deporte empezando por el futbol, deporte de masas y
casi un sustituto de la religión. Paulatinamente se impuso el futbol como
deporte oficial nacional.
Si
se suman los tres siguientes rubros como controles de la nación mexicana se entenderá
la mecánica que se ha usado para mantener a una buena parte del pueblo en las
tinieblas: La política, la religión y el futbol manejados entre los políticos,
sacerdotes y las televisoras (Tv Azteca se vino a sumar tanto en programas de
baja calidad como en el negocio del futbol). Ya Aristóteles había reflexionado
sobre la supremacía de la vista con relación a los otros sentidos para conocer
o no conocer en este caso.
De
este ámbito salieron multitud de artistas que no obstante ser de pésima calidad
histriónica, fueron tratados como verdaderos pilares de la sociedad. Tuvieron
su época dorada y no les faltaba ocasión para dar entrevistas y opiniones sobre
la profundidad de la vida. Verdaderos gansos tratando de los temas más diversos
sin más requisito que ser un “artista”.
No
todo ha estado perdido en México porque a pesar de todo, la nación mexicana ha
producido verdaderos artistas, literatos, científicos, maestros y muy buenos
ciudadanos. Solo que estaban sin voz o con la mínima libertad de expresión. El sistema
(político-religioso-deportivo) acallaba con gran facilidad las voces
disidentes. Todo parecía estar bajo el más estricto control.
La aparición de las redes sociales dieron voz
y voto a una buena parte de la nación mexicana que irrumpió de pronto en la
escena política-religiosa-deportiva entre otros rubros y rompió ese silencio
pactado desde el poder. Los poderosos no han sabido cambiar y ponerse a tono
con la nueva época y solo se les ha ocurrido la censura y tratar de reglamentar
el uso del internet. No obstante, ya no estamos en la época dorada del partido único
de Estado ni en la edad media y sin medios a través de los cuales expresarse.
Los tiempos han cambiado los que ostentan el poder, no.
Todavía
los “artistas” de Televisa y sus empleados y hasta los hijos de sus empleados
tratan de encumbrarse como prototipos de virtud y líderes de opinión pero, ya
es demasiado tarde. El México olvidado, ignorado y menospreciado, a pesar de
sus fallas y excesos, ha tomado la batuta en lo público y otros rubros y ha
mostrado y demostrado que no son manipulables. Los viejos moldes artísticos están
caducos, los que tienen aún alguna vigencia no tardarán en caer y los retoños
atrevidos y mal educados se han dado de frente ante una buena parte de la
sociedad indócil y critica.
La
batalla nunca está ganada pero se avizora una época de lucha de ideas que, al
parecer los políticos, los teólogos y los dueños de la selección mexicana, no están
en aptitud ni actitud de responder. Quieren encarar la vida con los viejos
dogmas, la falsa autoridad y la inútil percepción de bienestar subjetiva, cosa
que objetivamente no satisface a la razón consciente.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario