Enrique Peña nieto representa el Estado
mexicano querámoslo o no, para bien o para mal, en este caso para mal. El
sistema presencial funcionó, en detrimento de los ciudadanos y, en favor del
partido único de Estado, el Partido Revolucionario Institucional, por alrededor
de 65 años (1929-1994) y desde 1995 ha venido muriendo no sin antes dar sus
tremendos coletazos. Esta bestia-sistema no morirá sin darnos muchos dolores de
cabeza.
El Presidencialismo es la respuesta
contrarrevolucionaria que dieron los caudillos que quedaron vivos después de la
revolución. Al inicio pareció que se harían realidad los anhelos del pueblo
mexicano de libertad, “Sufragio Efectivo no Reelección”, “Tierra y Libertad”,
de democracia, justicia, trabajo, seguridad pública, educación pero después de
Lázaro Cárdenas se afianza el objetivo totalitarista del PRI e inicia el
periodo de madurez del régimen priista a través de todos los métodos de
sometimiento que van desde la tortura, la desaparición forzada, el asesinato,
la lay fuga, las detenciones arbitrarias, la guerra contra los grupos
disidentes y demás recursos puestos al servicio del partido en el gobierno.
Así las cosas, el Presidencialismo no
es otra cosa que el poder político casi absoluto puesto en manos de un partido
a través del presidente en turno. Aquí, se rompió con la teoría de la “División
de Poderes”, de Montesquieu que, en teoría aseguraba que cada uno de los
órganos de gobierno: Ejecutivo, Judicial y Legislativo fueran independientes
cada uno ejerciendo sus facultades; el ejecutivo administrando, el Judicial,
impartiendo justicia y el Legislativo, haciendo leyes; con sus respectivos
pesos y contra pesos de poder político para alcanzar el equilibrio; todo en
armonía para que el individuo se desarrollará en armonía con el Estado, dentro
del Estado. Sin embargo, esto no fue así, el ejecutivo se abrogó para si Las
facultades de los órganos judicial y legislativo y, se tornó en el motor
político y económico del Estado mexicano. En adelante decidiría y pondría
Ministros de la Suprema Corte de Justicia, Senadores y diputados de la
Federación y Locales, gobernadores, presidentes municipales, líderes del
partido con toda una gama enorme de facultades en las leyes
secundarias. Todopoderoso.
Para ello, se agrupó a toda
la nación mexicana en tres grandes sectores: el obrero, el campesino y el
popular, fuera de estos sectores la vida simplemente no podía funcionar ni se
permitía. Todos los objetivos de la revolución mexicana se vieron frenados
paulatinamente hasta ahogar al pueblo en una dictadura. Pasamos de la dictadura
personal de Porfirio Díaz, a la dictadura de un partido único de Estado. “Una
dictadura perfecta” la llamó; Mario Vargas Llosa, porque entre otras cosas daba
apariencias de democracia, de libertad, de justicia, de libertad de prensa etc.
Pero en el fondo era una dictadura camaleónica.
Hasta 1994 con el gobierno de Carlos
Salinas de Gortari, el Priato funcionó a las mil maravillas, después inició su
declive aunque no se notaba a simple vista. Carlos Salinas empujado por la
presión social tuvo que recular respecto de la guerra desigual que desató su
gobierno contra los zapatistas. Nos querían engañar de entrar al
primer mundo y los zapatistas nos despertaron de esta ilusión. El
Presidencialismo mostraba ya signos de agotamiento. En otros tiempos digamos
los años sesentas y setentas del siglo pasado el gobierno no se hubiera
detenido contra los zapatistas. Los hubiera masacrado. Los tiempos
son dinámicos aunque las apariencias sean otras.
Ernesto Zedillo Ponce de León heredó
sin quererlo el problema de los zapatistas y el error de diciembre. Los
partidos políticos de oposición, principalmente el PRD y los ciudadanos no
cejaban ni cejan los últimos, por terminar con el dominio de la corrupción del
Partido Revolucionario Institucional. Zedillo Ponce anunció entonces la “Sana
distancia entre el PRI y su gobierno”, para apaciguar al pueblo. Pero esto fue
una bonita declaración porque inmediatamente depuso a la presidente nacional
del PRI y puso a uno de su agrado. Pero la “Sana separación”, fue una burda
simulación de Zedillo. Ningún gobernante va a renunciar el método más
antidemocrático si este le beneficia a él, y, a su partido. Queriendo
fortalecer el Presidencialismo lo minaban los propios priistas.
Los dos sexenios que tuvieron los
panistas fueron una copia exacta de los priistas pero con el toque de locura de
Vicente Fox y la insana administración de Felipe Calderón con sub guerra santa
para tratar de imponer un régimen teológico “El reino de Dios en la tierra”, la
llaman los panistas. El Estado laico sufrió un lamentable embate pero también
el Presidencialismo. Estos dos partidos PRI y PAN hacen lo imposible porque el
Presidencialismo muera y no les importan los medios sino darle vida artificial
en la mayor corrupción posible mientras privatizan los bienes y servicios
públicos.
Con todo, iba a ser la entronización de
las trasnacionales la que le iba a dar su golpe más duro al Presidencialismo.
Las grandes trasnacionales al tener el poder económico doblaron prácticamente
al gobierno mexicano y lo forzaron a privatizar todos los bienes y servicios
públicos y con ello desplazó la rectoría económica que tenía el Estado y se
instalaron como los nuevos actores principales muy por encima del gobierno.
Estos dos factores: la pérdida de la
hegemonía política y la rectoría de la economía por múltiples
razones (la diversidad política, la inconformidad de los ciudadanos, la
corrupción institucional, la apertura de México al mundo etc.), fueron las
razones por las cuales se extendió la factura de muerte al Presidencialismo.
Es paradójico que Enrique Peña Nieto,
tratando de mantener el poder político a través de la corrupción y los fraudes
electorales sea, al mismo tiempo el último que abandonará el escenario y
apagará la luz de este sistema. Y, esto no es únicamente un
vaticinio hueco sino la conclusión hacia donde nos lleva todo el análisis de
los hechos.
A las grandes trasnacionales no les
importa la democracia, la justicia y todos los valores existentes por el contrario
les estorban. A lo que le tienen miedo y temor es a la ideología y, a la
práctica de los derechos ciudadanos, la ecología, el humanismo, la conciencia
de que no hay un lugar donde ocurrir si terminamos con este
mundo. Por ello se permitió al panismo pues no sólo no representaba
peligro alguno sino que era el perfecto medio para proseguir privatizando.
A espaldas de Peña Nieto y su mundo
perfecto, la realidad dinámica está en plena dialéctica pues al empoderamiento
de las trasnacionales se le oponen los ciudadanos híper individualizados; estos
se deben organizar para dar la lucha en pos de que se pongan en vigencia leyes
que limiten la acumulación de la propiedad privada por medio de todas las
formas lícitas e ilícitas: de la misma manera se impida a las grandes
trasnacionales la contaminación de la naturaleza, la explotación indiscriminada
de los recursos petroleros, minerales, acuíferos, de flora y fauna.
El Presidencialismo ha muerto pero hace
falta quitar al presidente de en medio o nulificarlo pues es un estorbo para
poder construir el nuevo Estado híper moderno con sus instituciones adecuadas y
funcionales para la vida social política y económica de los mexicanos.
Es seguro que Peña Nieto ni siquiera
sospeche que es un títere de las grandes trasnacionales su incorregible
ignorancia le impide ver tras bambalinas y sigue creyendo que con sus fraudes
electorales y la impunidad ha restaurado el Presidencialismo, pues las
apariencias para él, son la realidad real.
Es irónico que, sintiéndose el salvador
del priismo, del sistema político y del Presidencialismo, sea Peña Nieto quien
le puso los últimos clavos al ataúd con sus reformas privatizadoras a toda una
época. Peña Nieto no entiende un carajo de lo que pasa, son claras sus
limitaciones para entender la realidad. En diversas ocasiones se ha perdido
sobre el discurso y lo único que le queda es la improvisación chabacana. Los
presentes le aplauden no porque tenga la razón o sea el mejor histrión de
México sino por un simple rito tradicional pero en el fondo saben que el
presidente está perdido al verlo divagar, al verlo penosamente improvisar con
una sonrisa estúpida.
Cada presidente es el símbolo de su sexenio
y se ha tenido la desgracia de tener en los tiempos de mayor crisis al peor
presidente preparado para enfrentar los grandes retos nacionales. Como símbolo
de su sexenio Peña Nieto pasará como el más incompetente, el más traidor a la
nación, el más ignorante, el más vanidoso, el más corrupto y como el enterrador
de toda una época y un Estado, el moderno. Por lo pronto el Estado corrompido está
en plena crisis y esta se refleja en la vida daría de los mexicanos.