No
hay duda que el Presidencialismo ha muerto en lo fundamental; el
Presidencialismo priista. Este tema lo ha tratado ya con abundancia y no lo
trataré aquí. Los remito, si tienen a bien a esos escritos, disponibles en el
blog. Bien. Sin embargo, un régimen no muere en su totalidad así como así sin
más sino cuando deja de tener vigencia, vida si se quiere, en la mente humana.
Y, en la mente de la mayoría de los mexicanos, me parece, sigue vigente el
Presidencialismo aunque la necesidad directa sea la democracia. Esto no es raro
ni debe de preocuparnos ni ocuparnos en demasía pues es tanto como cuando un
hijo o hija se separa del seno familiar, sienten el frío de la libertad y hay
una natural negación a perder la calidez del hogar. Y, eso es lo que está
pasando en México; los mexicanos o mejor dicho los ciudadanos siguen pensando
como en el régimen priista que, aún no se termina del todo en la realidad y
menos en las cabezas de millones.
El
último presidente priista, Enrique Peña Nieto, aún sigue en la práctica con los
despojos del Presidencialismo haciendo lo que debe hacer, pasearse en espera
del último minuto de su ejercicio para dar fe del fin de una época. Y, los
demás también deben ser testigos de este fin, pues no es menor el hecho ni más
ni menos que el fin de la hegemonía del partido único de Estado y con ello, el
fin de toda una época. Pero como he dicho la vigencia de una ley o de una
práctica no termina con los hechos sino con su erradicación en la mente del
colectivo, del pueblo.
Es
evidente que el uso del poder presidencial unipersonal durante décadas moldeó
la forma de pensar y que esto no es fácil de cambiar como no se puede cambiar
la forma de hablar o de caminar de un día para otro. Se puede cambiar porque
incluso varía la forma de caminar o de hablar de las personas en los pueblos
como en las ciudades. Esta resistencia al cambio se puede ver en la realidad.
En
esta resistencia al cambio esta una muy buena parte del pueblo mexicano y no
solo el pueblo mexicano sino también los periodistas, intelectuales y
comunicadores pues tienen las expectativas casi exclusivamente en un personaje,
en el presidente electo Andrés Manuel López Obrador sin tomar en cuenta el
pueblo. Se habla hasta la saciedad de lo que va a pasar con el gobierno de
López Obrador como si él, con su sola voluntad pudiera cambiar el desastroso
estado en que se encuentra el Estado mexicano. Incluso cuando el
Presidencialismo estaba en su esplendor el presidente en turno tenía necesidad
de que el pueblo en su conjunto hiciera lo necesario para que el Estado
funcionara en su unidad y coordinación en los tres órdenes de gobierno; si
bien, esta unidad y coordinación eran impuestas sin pedir el consenso libre del
pueblo.
Y,
no es que la pretensión sea que el pueblo gobierne o se entrometa arbitrariamente
en lo que atañe a los gobernantes electos pero si se trata de que el pueblo
este enterado de lo público y pueda actuar en consecuencia cuando haya
corrupción. Y, la corrupción es la más grande tentación que tienen los
servidores públicos y que, en no pocas ocasiones caen y, esto en cualquier
parte del mundo. En México la corrupción se implantó como una forma de hacer
fortuna por todos los servidores públicos con toda impunidad posible. El
presidente en turno tenía tanto poder que nunca presidente alguno ha sido
juzgado legalmente por sus hechos y actos de corrupción y este modelo se
trasladó y reflejó en gobernadores, presidentes municipales y todos los demás
servidores públicos.
La
caída del régimen Presidencial priista en la práctica debe seguir como es debida
la iniciación del hábito de la democracia hasta que esto se haga costumbre
práctica y después mental. Ese convencimiento es lo más difícil de instalar en
la mente de los seres humanos y requiere un largo ejercicio en donde se deben
ir corrigiendo los excesos o carencias. La democracia tomará por sorpresa a
casi todos, incluso a los políticos tradicionales pues ellos menos que los
demás tienen el hábito y menos la costumbre de la misma. A esto debe sumársele
la negativa de la rendición de cuentas puntual y claramente. Es una vieja
práctica de los políticos por ocultar la información sobre sus cargos
políticos.
No
se puede saber, de antemano, cuál será el futuro con precisión pues esto es
futurólogos; la realidad se va construyendo de acuerdo a diverso factores y es
el resultado de todos ellos lo que nos da como resultado una u otra realidad.
La realidad es posibilidad en diversos sentidos. Pues bien, hay que escoger por
una posibilidad diferente a la existente en remanentes y tratar de construirla,
alcanzarla en su realidad. Para ello es necesario terminar con los remanentes
del Presidencialismo, evitar un nuevo brote en otra modalidad y esto será
posible si se trabaja por el hábito hasta alcanzar la costumbre tanto en lo
material como en lo intelectual. Y esta tarea es general con todos sus
factores.
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