sábado, 6 de octubre de 2018

20.- LA TERRIBLE DERROTA DE LOS ESPAÑOLES EN LA NOCHE TRISTE.



20.- LA TERRIBLE DERROTA DE LOS ESPAÑOLES EN LA NOCHE TRISTE.

La caída de Tenochtitlan es una parte de la historia que los mexicanos debemos conocer en lo más posible y, a detalle para poder construir una mejor visión de nuestros antepasados y, así poder construir el presente y futuro. Ahora bien, los historiadores han narrado los hechos como si únicamente los españoles con sus fuerzas e inteligencia hubieran podido conquistar el imperio mexica. La verdad está en las propias palabras de Hernán Cortes y Bernal Díaz del Castillo como los que estuvieron en los hechos y demás historiadores que con imparcialidad han estudiado la historia de la conquista de México. En realidad los españoles no llegaban a mil antes de la marcha hacia Tenochtitlan; así lo testifica Cortés y la primera ocasión en que fue a la capital del imperio no fue con españoles exclusivamente sino con una gran cantidad de tlaxcaltecas, cholultecas entre otros aliados; sin estos hubiera sido imposible que hubieran podido sobrevivir rodeados de los más temibles guerreros   entre los que se encontraban los guerreros ocelote y águilas; las fuerzas especiales del ejército mexicano. Claro, los españoles escriben de tal manera que quieren ser recordados como gigantes entre todos los guerreros y no hay que dudar de su valor pero si de sus palabras y buscar la verdad de manera imparcial. Después de haber leído distintas versiones, incluyendo las de Cortes y Bernal Díaz, me parece transcribir la versión de Francisco Javier Clavijero por su mayor objetividad en los hechos; sin embargo, narra los hechos muchas veces poniendo a los españoles como si fueran los únicos personajes en los hechos cuando no fue así. Va el texto:

Inicio:

“Ordenó su marcha en el mayor silencio de la noche, cuya oscuridad se había hecho mayor con un nublado, y cuya molestia y peligro se agravaba con la lluvia. Dio la vanguardia el invicto Sandoval con otros capitales, 200 infantes y 20 caballos. En el cuerpo del ejército iban los prisioneros, la gente de servicio, el bagaje y el mismo Cortés con 5 caballos y 100 infantes para acudir con prontitud a donde hubiese mayor necesidad. La retaguardia se encargó al capitán Pedro de Alvarado con el resto de españoles. Las tropas auxiliares de Tlaxcala, Cholula y Cempoala, que eran más de 7,000 hombres, se repartieron en las tres partes del ejército; e invocando la protección del cielo, comenzaron a pasar por la calle de Tlacopan.

Pasó la mayor parte con felicidad el primer canal o acequia con la ayuda del puente que llevaban, sin más resistencia que la poca que hicieron los centinelas que guardaban aquel lugar, pero advertidos los sacerdotes que velaban los templos, tocaron el arma y excitaron con sus bocinas al pueblo. En un momento se vieron los españoles por tierra y por agua de un número extraordinario de enemigos que con su misma multitud y desorden se embarcaban en el ataque. Fue muy sangriento el combate en el segundo canal, extremo el peligro y extraordinarios los esfuerzos de los españoles por salvarse.

La oscuridad de la noche, el estrépito de las armas, los clamores e imprecaciones de los combatientes, los gemidos de los prisioneros y los ayes de los moribundos formaban un conjunto de lastima y de horror. Aquí se oye la voz de un soldado que implora el socorro de sus compañeros, y allí de otro que en los últimos alientos de su vida pide a Dios misericordia. Todo es confusión, gritos, heridas y muerte. Cortés,  cumpliendo con todas las obligaciones de un buen general, acude con suma intrepidez a todas partes, pasando y repasando a nado los canales, alentando a los unos, socorriendo a los otros y dando a las reliquias de su ejército todo el orden que permitían las circunstancias, no sin gravísimo riesgo de ser muerto o hecho prisionero.

El segundo canal se cegó de tal suerte con los cadáveres, que sobre ellos pasaron los que habían quedado de la retaguardia; Alvarado, que la mandaba, se halló tan apretado en el tercer canal, que no pudiendo contrarrestar el furor de los enemigos, ni echarse a nado sin ser muerto, fijó, según dicen, su lanza en el fondo del canal y sus brazos en el cuento de la lanza, y dando un extraordinario impuso a su cuerpo, se puso de un salto de la otra parte del canal. Acción que siempre se celebró como un prodigio de agilidad y que dio a aquel lugar el nombre que hasta hoy conserva de Salto de Alvarado.[1]

La pérdida de los mexicanos en esta noche no pudo menos de ser muy considerable. De los españoles hablan, como en otros cálculos, con mucha variedad de autores.[2] Lo más cierto (según dice Gómara, que muestra haberlo averiguado con mayor diligencia) es que murieron sobre 450 españoles, más 4,000 hombres de tropas auxiliares, y entre ellos, según dice Cortés, todos los cholultecas; murieron también todos o casi todos[3] los prisioneros y toda la gente de servicio y 46 caballos, y se perdió casi toda la riqueza adquirida, toda la artillería y todos los papeles pertenecientes a la Real Hacienda y a la Historia de lo acaecido hasta aquel tiempo a los españoles.

Entre los españoles, que faltaron, los de más consideración fueron los capitanes Juan Velázquez de León, persona principal e íntimo amigo de Cortés, amador de Lariz, Francisco de Morla y Francisco de Saucedo, hombres todos de mucho valor y mérito. Entre los prisioneros pereció el desgraciado rey Cacamatzin[4] un hijo y una hija del difunto rey Moctezuma. Acompañó a estas princesas en su desgracia doña Elvira, hija del príncipe Maxixcatzin. No pudo el esforzado corazón de Cortés contener a vista de tanta calamidad el llanto a sus ojos. Sentóse en una piedra cerca de Popotla, población cercana a Tlacopan, no tanto por respirar la fatiga cuanto por llorar la pérdida de sus amigos y compañeros; pero sirvióle de consuelo en su aflicción el ver vivos a sus más esforzados capitanes: Sandoval, Alvarado, Olid, Ordaz, Ávila y Lugo; a sus intérpretes Aguilar y doña Marina, y a su ingeniero Martín López, en quienes principalmente libraba entonces la reparación de su honor y la conquista de México.”

Fin del epígrafe.

Nota: Me parece que, el grueso de tlaxcaltecas y demás aliados fueron la muralla que logró contener a los mexicanos para que no fueran exterminados los españoles; sin este blindaje y ayuda con la que contaron los españoles estos hubieran sido borrados. No se trata de quitarles méritos a los españoles pero creo sinceramente que no se pondera la gran ayuda de los aliados de lso españoles y enemigos de los mexicanos.






 Clavijero, Francisco Javier. Historia antigua de México. 
México. 2009. Editorial Porrua. Colección "Sepan Cuantos...". Páginas. 514, 515 y 516.



[1] Bernal Díaz se burla de los que creían este salto y dice que era absolutamente imposible, atendida la profundidad y anchura del canal, pero lo dan por cierto los demás historiadores y lo autoriza la tradición.
[2] Cortés dice que murieron 150 españoles; pero disminuyó por particular motivo el número, o lo erraron los copistas. Bernal Díaz cuenta 870 españoles muertos; pero en este número comprende no solamente los que faltaron esta noche, sino también los que perecieron en los días siguientes hasta entrar a Tlaxcala. Solís no cuenta más de 200 y Torquemada 290. En el número de los que faltaron de las tropas auxiliares convienen con Gómara, Herrera, Torquemada y Betancourt. Solís dice solamente que fueron más de mil tlaxcaltecas; lo cual ni concuerda con el cálculo de Cortes, que cuenta más de 2,000 aliados, ni con el de los demás historiadores.
[3] Cortés dice que murieron todos los prisioneros; pero de este número se debe exceptuar Cuicuitzcatzin, que estaba preso como consta de esta relación de Cortés, aunque ignoramos el tiempo y causa de su prisión, y no murió esa noche, como después veremos.
[4] Torquemada afirma como cosa bien averiguada que pocos días después de preso Cacamatzin le hizo Cortés dar garrote en la prisión.  Cortés, Bernal Díaz, Betancourt y otros dicen que murió con los demás prisioneros en la Noche Triste.

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