32 ESTRAGO DELAS
VIRUELAS. MUERTE DE CUITLAHUATZIN Y DEL PRÍNCIPE MAXIXCATZIN. ELECCIÓN DEL REY
CUAUHTEMOTZIN
Como
en anteriores notas digo que los historiadores ponen a los españoles como los
personajes más importantes sin serlo en el sentido de número y de valor; cada
uno debe ir tratando de darse cuenta que los naturales fueron de vital
importancia para la derrota de los mexicanos y que fueron diversos los factores
que los hicieron caer. Como en lo que hoy, llamamos México los pobladores no habían
padecido algunas enfermedades no habían generado anticuerpos para combatir
estas enfermedades traídas de Europa. En
concreto está el caso de la viruela. Va el texto de Francisco Javier Clavijero
al respecto.
Las
victorias de los españoles y la multitud de aliados que tenían a su devoción engrandecieron
de tal suerte su nombre y conciliaron a Cortés tan grande autoridad en la
tierra, que él era el árbitro de las diferencias que ocurrían, y el que daba o
confirmaba la investidura de los señoríos que vacaban, como se vio en el de
Cholula y en el de Ocotelolco en Tlaxcala, vacantes uno y otro por muerte
ocasionada de las viruelas.
Este
terrible azote del género humano, ignorado hasta entonces en aquel Nuevo Mundo,
lo llevó consigo un negro esclavo de Narváez; contagiáronse con su comunicación
los cempoaltecas y de allí se propagó el mal por todo el imperio mexicano con
indecible daño de aquellas naciones. Perecieron muchos millares de hombres y
quedaron algunos lugares despoblados. Aquellos cuya complexión prevaleció a la
violencia del mal se levantaron tan estragados y con tan profundos vestigios
del veneno en los rostros, que causaban espanto a los demás.
Entre
los estragos que causó esa nueva enfermedad fue muy sensible a los mexicanos la
pérdida de su rey Cuitlahutzin a los tres o cuatro meses de reinado, y a los
tlaxcaltecas y españoles la del príncipe Maxixcatzin. Los mexicanos eligieron
en lugar de Cuitlahuatzin a su sobrino Cuauhtemotzin, porque ya no vivía hermano
alguno de los pasados reyes. Era joven de 25 años y de mucho espíritu, y aunque
por poca edad poco práctico en la guerra, llevó adelante las providencias
militares de su antecesor. Tomó por mujer y reina a su prima Tecuichpotzin,
viuda del rey Cuitlahuatzin e hija de Moctezuma.
La
muerte de Maxixcatzin fue de gravísimo sentimiento para Cortés, así por la
estrecha amistad con que se habían unido sus ánimos, como porque a su influjo
se debía principalmente la buena armonía entre los españoles y tlaxcaltecas.
Por lo cual, después de haber asegurado el camino de Veracruz y de haber
enviado a la corte de España al capitán Ordaz con una relación muy cumplida de
todo lo sucedido hasta entonces, y al capitán Ávila a la isla de Santo Domingo
a solicitar nuevos socorros para la conquista de México, partió de Tepeyac para
Tlaxcala, y entró en aquella ciudad vestida de luto y haciendo otras
demostraciones de dolor por la muerte del príncipe su amigo.
Dio,
a instancias de los mismos tlaxcaltecas y en nombre del rey católico, el señorío
vacante de Ocotelolco, uno, como ya hemos dicho, de los cuatro principales de
aquella república, a un hijo del difunto, niño de solo doce años, que en el
bautismo se nombró don Juan de Maxixcatzin[1]
quedando el nombre del padre por sobrenombre del hijo y de toda su ilustre posteridad; y por hacer
alguna mayor distinción en atención a su padre, lo armó caballero al uso de
Castilla.
Clavijero,
Francisco Javier. Historia antigua de México.
México.
2009. Editorial Porrúa. Colección “Sepan Cuantos…”. Págs. 531, 532
[1]
Solís dice que se llamó don Lorenzo, pero este fue el nombre de su padre. El
del hijo fue don Juan, como consta en Torquemada.
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