La
muerte de una época o un sistema político a menudo pasa desapercibido para los
propios seres humanos o, no se entiende que está pasando. Atenas daba sus últimos
frutos filosóficos y artísticos mientras iniciaba su decadencia sin que los
atenienses lo sospecharan. Esparta ganó las guerras del Peloponeso pero quedó
tan débil que no tardaría en desaparecer en el más absoluto silencio y ni se
diga de la esclavitud en los Estados Unidos; muchos esclavos al recibir la
libertad no supieron que hacer con la misma.
El
sistema político mexicano llamado Presidencialismo ha muerto sin duda alguna,
al perder el presidente, sus dos bases
fundamentales: el monopolio político y el monopolio de la rectoría de la economía.
La política en su tiempo, forma y práctica ya es tema de diversos partidos y de
los ciudadanos; el tema de la economía lo dominan las trasnacionales. Es paradójico
que le propio Enrique Peña Nieto hubiera dado los últimos y más certeros golpes
para que se terminara el Presidencialismo ya agónico con sus reformas que llama
estructurales en el 2015.
Los
políticos como buitres humanos tratan hacerse de los despojos del sistema político
para transformarlo en una dictadura de partidos con algunos de sus miembros haciéndose
pasar como ciudadanos independientes. Pero eso no es otra cosa que una mutación
degenerada del Presidencialismo. Desesperado, el presidente trato el día 27 de
noviembre de 2017, de revivir los viejos rituales de hace 60 años con
resultados francamente ridículos y de mal gusto con los efectos contrarios a
los que buscaba: ungir ante y para el pueblo a José Antonio Meade.
Es
evidente que el Presidencialismo está bien muerto como sistema practico pero
los políticos hábilmente no lo confiesan porque ello significaría aceptar el
fracaso de toda la clase política y eso, es como darse de tiros en todo el
cuerpo. Los políticos no lo van a aceptar y van a tratar de llevar al pueblo
por caminos torcidos y retorcidos por ellos mismos. Su descredito aumentaría con
efectos nocivos.
Pues
bien, quizá los ciudadanos no nos demos cuenta plena de que tenemos la oportunidad
sin igual de cambiar este sistema político por otro que esté libre de toda la
legalidad actual que únicamente sirve para que los gobernantes, políticos y arribistas
se hagan ricos con lo público sin responsabilidad porque, tanto los que hacen
las leyes como el órgano judicial están en sintonía para que, los delitos
cometidos por los funcionarios públicos y políticos no sean castigados o las
penas sean mínimas, ridículas. Con ello no solo no se combate la corrupción sino
que se alienta y protege. Es hora de que los ciudadanos, el pueblo en general
participe en la política hasta volverse activos significativos para que no se
tuerza la creación del nuevo Estado mexicano en esta época híper moderna.
La
pastorela fuera de tiempo que escenificó el presidente de México significa que
todo está perdido para su partido pero trató de hipnotizar, encantar o por lo
menos llamar la atención con la intención de mantener la ilusión de lozanía, de
fortaleza y ¿por qué no?, de honorabilidad, rectitud, profesionalismo en la
persona de Meade. La mutación del PRI está hecha, corresponde al pueblo ver la
farsa, la corrupción oculta y desmontar, desbaratar el hechizo torcido.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario