martes, 21 de noviembre de 2017

LA DUDA



La duda es el rasgo más distintivo de los verdaderos filósofos. El mundo, la realidad se presenta a todos en apariencias y, por lo general se acepta sin inquirir. Pero desde la antigüedad y en especial en la Grecia se inició a dudar sobre lo que los sentidos captaban.  Después de mucho tiempo, en cualquier parte se enseña las historias de las diversas filosofías como un todo unificado; he ahí un error lamentable y costoso que ha llevado a la filosofía y, a los filósofos al descrédito mayúsculo.

La forma de duda más radical nos la ha dado René Descartes, es, a través de la duda metódica que va desmontando la realidad hasta llegar a la raíz del problema y, a partir de allí, construye su realidad. Trabajo inigualable. Bien. Me conformo con dudar, investigar y hacer la crítica a la manera kantiana (alcances y limitaciones), del problema.

Sin la duda no hay inicio del conocimiento. Una vida dada, sin investigación y sin crítica nos pone al nivel básico de todos los seres, donde la vida se guía por los sentidos, por las necesidades primarias. La duda para los filósofos debe ser, si se quiere, una alfombra mágica que lo lleve a lugares insospechados, a mundos particularmente construidos por su pensamiento crítico. Por ello, un filósofo no puede ser dócil ante la realidad y menos ante los seres humanos. Sin rebeldía el filósofo pierde su ser y deviene en animal gregario.

Si el filósofo ha llegado más allá del bien y del mal pues ha pasado ya de la mitad de su expectativa de vida, debe ser más arrojado, mas esforzado por luchar, incluso temerario, ya es prescindible, no tiene planes de vida matrimonial, planes de tener hijos o de reforestar el mundo. Si tiene suerte podrá exponer sus ideas en obras como una ventana a su particular mundo. Todo en un caos moteado de dudas. El mundo se le ha vuelto una gran duda tanto como su existencia.


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