El llamado Buen Fin
no es otra cosa que el cebo para los más ingenuos que siguen comportándose como
niños a la hora del consumo. Una verdadera madurez debería ser similar a la que
asumieron Sócrates y San Francisco de Asís; el primero filósofo que al ser
llevado al mercado para ver multitud y variedad de mercancías, respondió que,
cuanto había que no necesitaba, el segundo, teólogo que renunció a los bienes
materiales y decía que de lo que había en el mundo necesitaba poco y de ese
poco muy poco; palabras más palabras menos en ambos casos. El fin era el mismo,
el ser humano no debe depender de las cosas.
En la Edad Media
era mal visto que el dinero prestado generara intereses; era inadmisible para
la mayoría, tenían un poco de decencia al poner la economía al servicio de la
vida. Con el paso del tiempo se nos cambió el paradigma y, gradualmente tener
cosas (Entre ellas el dinero), era sinónimo de grandeza, de respeto. En la
actualidad entre más se acumulen cosas de manera ilimitada es símbolo de
grandeza aunque se sea un soberano ignorante de la vida. Se nos ha enseñado a
nadar entre cosas a tratar con los demás siempre y cuando haya entre nosotros y
los demás cosas. Cuándo tienes eso vales, es la máxima actual. Pero ese valer
no está, de manera alguna, dentro de la axiología, no es un valor moral sino
una estimación vulgar y material. Pero el ser humano no se puede tasar, básicamente
por lo material, eso es un error fatal.
Se sabe, hasta
ahora, que existen las cosas materiales, los objetos ideales y los valores que
no son sino que precisamente valen y, existe la vida humana como ente metafísico
y, en donde tienen sentido las cosas, los objetos ideales y los valores. Se ha
pervertido la vida y vuelto al revés el orden jerárquico, poniendo la vida
debajo de la economía, es decir, de las cosas.
Quizá nunca como
ahora se tenga conocimiento de gobernantes estúpidos e ignorantes que se
ostentan con títulos académicos y, enormes fortunas que gobiernan tan mal que
han encaminado a una buena parte del mundo a las peores desgracias. Pobreza
extrema, violencia sin sentido, corrupción sin límites, cinismo, y todo lo que
nos hace los peores seres humanos. Al parecer, la búsqueda de un modelo de ser
humano consciente y, responsable en este y para este mundo ha terminado y se quiere
el consumo del mundo en un minuto.
Nuestros
antepasados con todos sus errores y su imagen de salvaje tuvieron la dicha de
ver a la naturaleza como “Madre”, y fueron responsables con su entorno con sus excepciones.
Hoy vemos y usamos a la naturaleza como una fuente de riqueza y para ello es
necesario sobreexplotarla, contaminarla, destruirla de manera inconsciente. A
esto le hemos llamado desarrollo, civilización y, en primer y último caso:
Neoliberalismo.
El Buen Fin no es
otra cosa que el cebo en la boca de la planta carnívora que atrae como insectos
a los seres humanos para devorarlos; y, tras la fachada se esconden los monstruos depredadores trasnacionales que, con
su labia obligan a consumir sin sentido con el único Buen Fin de que, pocos se
hagan mega millonarios, giga millonarios a costa de la pobreza de la mayoría. Nos
han lavado el cerebro para convencernos de que, no hay otra forma de economía que
la capitalista pero esos excesos nos traerán una factura que pagar y, no
sabemos si podamos o mejor dicho, si las siguientes generaciones sean capaces
de reparar y de pagar el daño, el desastre que les dejamos.
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