domingo, 5 de noviembre de 2017

LA CAÍDA DE TENOCHTITLAN; LOS TLAXCALTECAS, LOS VERDADEROS VENCEDORES




La conquista del imperio azteca se pierde en el tiempo y, ni al gobierno, a los estudiosos, historiadores  ni al pueblo les importa la verdad. Y, ¿Por qué debe importarnos la verdad?, por la simple y llana razón de ser esta donde se debe edificar y no en la ideología ni en las mentiras. Para la dominación de un pueblo se debe quitarse la calidad de personas dignas a los individuos a través de la ideología de superioridad, apuntaladas por la religión. Todo derecho divino es superior por sobre todo derecho natural y positivo. He ahí la base de los prejuicios y de las ideologías de dominación.

Bien, debemos atenernos a lo que Hernán Cortés nos narra en sus “Cartas de Relación”, específicamente en la llamada Tercera. No es fácil pero tampoco imposible saber un rango de españoles, de tlaxcaltecas, cholultecas, huejotzincas, chalcas y demás aliados que inicialmente fueron a la guerra contra los aztecas y aliados. No se vaya a creer que los escasos españoles podían vencer solos a los mexicas por muy valientes que fueran los primeros.

Cortés narra que, el 28 de abril de 1521, hizo un recuento de los españoles que lo acompañaban a la guerra contra Tenochtitlan. Este es el resultado, 86 de a caballo, 118 ballesteros y escopeteros y 700 y tantos peones de espada y rodela. Como se verá  más o menos 904 españoles eran una fuerza insignificante para conquistar un imperio del tamaño y calidad del azteca. Imaginen a los caballeros tigre y águila que estaban acostumbrados a pelear a muerte su iban a estar intimidados, máxime que en ello les iban sus dominio y por si esto fuera poco, la vida misma y, a los sobrevivientes la forma de esta.

Ahora bien, sabemos por la historia de los religiosos que vinieron a México y por la historia de México que es inequívoca sobre el valor y calidad de los caballeros tigre y águila. Los primeros nos dice Fray Bernardino de Sahagún, tenían como obligación tomar cautivos hasta diez guerreros cuextecatl pero si querían llegar a ser caballeros águila deberían tomar como prisioneros hasta “…cinco de Atlixco, o de Huexotzinco, o de Tlihuitepec”[1].

En efecto, los mexicas no habrían podido conquistar todos los pueblos en tan grande territorio si no hubieran sido guerreros de primera línea mundial. A esto súmesele que ya para ese momento se habían dado plena cuenta que los españoles eran seres humanos comunes y corrientes y no seres divinos. Torcer la realidad no tiene otro fin que llenar de vanidad a los españoles y, de negar la calidad humana a los mexicas y pueblos naturales de lo que ahora llamamos México.

Bien, pasemos a ver y saber lo que el propio Cortés como los verdaderos vencedores de los Mexicas lo fueron los tlaxcaltecas, los huejotzincas, cholultecas, chalcas en un inicio y después todos los demás pueblos que se van sumando a este ejército. Es de esperar que a los historiadores tradicionales no les guste la verdad pero precisamente esa es mi vocación como filósofo.

Para el 20 de mayo de 1521, estando en Texcoco, las cifras han variado, aunque no de manera significativa. Se hacen los preparativos finales para iniciar el asedio de la ciudad de Tenochtitlán. En este punto los diversos autores de la historia que nos ocupa no se ponen de acuerdo pero aquí, seguiremos a Cortés.

Hice capitán de una guarnición, para usar sus términos, a Pedro de Alvarado “…y dile treinta de caballo, y diez y ocho ballesteros y escopeteros, y 150 peones de espada y rodela, y más de veinte y cinco mil hombres de guerra de los de tascaltecal, y éstos habían de asentar su real en la ciudad de Tacuba”[2].

“De la otra guarnición hice capitán a Cristóbal de Olid, al cual di treinta y tres de caballo, y diez y ocho ballesteros y escopeteros, y ciento sesenta peones de espada y rodela, y más de veinte mil hombres de guerra de nuestros amigos, y éstos habían de asentar su real en la ciudad de Cuyoacán[3].

“De la otra tercera guarnición hice capitán a Gonzalo de Sandoval, alguacil mayor, y dile veinte y cuatro de caballo, y cuatro escopeteros y trece ballesteros, y ciento y cincuenta peones de espada y rodela; los cincuenta de ellos, mancebos, que yo traía en mi compañía, y toda la gente de Guajucingo y Crururtecal y Calco, que había más de treinta mil hombres; y éstos habían de ir por la ciudad de Iztapalapa a destruirla,…”[4].

“Para los trece bergantines con que yo había de entrar por la laguna, deje trescientos hombres; todos los mas, gente de mar y bien diestra; de manera que en cada bergantín iban veinte y cinco españoles, y cada fusta lleva su capitán y veedor y seis ballesteros y escopeteros“[5].

En suma este era el ejército dispuesto para el asedio inicial de la ciudad de Tenochtitlan y que pronto se iba incrementar a medida que iban avanzando las tres guarniciones. Ahora bien, haciendo la suma de todos los españoles que nombra Cortés, se tiene un total de 902 españoles. En efecto, aunque hay discrepancias entre los diversos historiadores los españoles no llegan siquiera a 1000.

Pero a esto hay que sumarle los aproximadamente 50,000 tlaxcaltecas, y los 30,000 de Huejotzingo, Cholula, Chalco y demás aliados. Estos conformaron la verdadera fuerza que hizo posible la caída del imperio azteca. Cortés y los españoles sin duda alguna fueron muy valientes y muy buenos al liderar a estas fuerzas contra el imperio pero no los verdaderos conquistadores pero si beneficiarios de la victoria sobre los mexicas. Lo demás es historia por corregir.

El imperio azteca se fue agrandando a fuerza de conquistas implacables sobre pueblos diversos que al igual que las polis griegas querían a toda costa su independencia. Dos pueblos no habían podido doblegar los mexicas, a los tlaxcaltecas y, a los michoacanos. Si tomamos en cuenta que los tlaxcaltecas eran del mismo tronco que los aztecas y, eran tan temibles como a los propios mexicas ya se puede adivinar el resultado de la alianza con los españoles.

La unidad del imperio mexica era artificial, no había una verdadera solidaridad entre los pueblos sojuzgados para con los aztecas y, el odio que habían hecho nacer palpitaba constantemente, únicamente hacía falta un catalizador para explotar. Y, explotó y, prácticamente todos los pueblos bajo el yugo azteca se les fueron a la yugular e hicieron mil pedazos al imperio para gradualmente, dar paso al final el surgimiento de una nación: la mexicana.  




[1] De Sahagún, Fray Bernardino. Historia General de las cosas de la Nueva España.
México, 2006, Editorial Porrúa, Sepan…Cuantos. Pág. 461.
[2] Cortés, Hernán. Cartas de Relación.
México, 2005, Editorial Porrúa. “Sepan cuantos…”. Página 165.
[3] Ibídem
[4] Ibídem
[5] Ibídem

No hay comentarios.:

Publicar un comentario