Antaño
la filosofía servía como guía de la vida pero ha sido desplazada por la Economía.
Hoy todo es perseguir el dinero de manera permanente e incansable. “La Filosofía
ha muerto”, ha dicho Stephen Hawking y, por lo menos esta maltrecha. La Filosofía
se incorporó a la oferta académica de manera inadecuada al campo del
utilitarismo y con ello se le sentenció a vivir en las sombras, en los rincones
malolientes como sirvienta del sistema político y académico pero inservible
para que el pueblo tome consciencia; inservible para la dialéctica del cambio.
La
filosofía, por desgracia, ha tenido que vestirse con ropas ajenas y que no le
van bien. Se ve estrambótica, ridícula cuando no servil. Es una lástima que
sirva para alcanzar grados académicos pero haya dejado la sabiduría y el análisis
de la realidad actual en manos de los tecnócratas, economistas, analistas
financieros y de arribistas. Es una lástima que los filósofos vivan en el
pasado royendo los huesos descarnados de las diferentes filosofías y no se
atrevan a pisar suelos nuevos. Esto con sus excepciones muy contadas.
La
tarea, si es que la hay y la quieren asumir, de los filósofos es traer a la luz
pública a la filosofía y con ella desmontar la realidad para mostrarla tal cual
es y permitir con esto la posibilidad de un camino alterno, posible con toda la
riqueza del pensamiento de milenios pero que viva en la actualidad.
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