Los griegos y, en
especial los atenienses se explicaron cómo veían a los cretenses en un
contraste ideológico entre los atenienses con su pensamiento filosófico y los
cretenses, rudos, ásperos, en suma bárbaros. El sacrificio de jóvenes cada
nueve años era la cima de esta barbarie, de la cual los salvó Teseo.
En México estamos
en el mismo laberinto que pide el sacrificio del pueblo cada seis años. La
corrupción yace en un laberinto oscuro e intrincado, donde cualquier deseo de
matar al Minotauro de la corrupción es acallado con el terror, el intento de
castigar a los corruptos se convierte en una sentencia inapelable; tal y como
la hemos visto con Santiago Nieto. No fue el Teseo que matara al Minotauro y
francamente no se ve un héroe que pueda acabar con este lamentable estado. ¿Quién o quienes, hará o harán, el personaje de Ariadna?.
Conducir al pueblo fuera del laberinto es lo primordial.
Los mitos son
formas de explicarse el mundo y, en nuestro caso, no debemos esperar que una
sola persona termine con el Minotauro de la corrupción mexicana sino que, el
porcentaje suficiente de ciudadanos debe actuar apoyando a los políticos que en
realidad estén dispuestos a cambiar este régimen podrido, desde el presidente
de la república en turno hasta el más modesto presidente municipal. La tarea es
gigantesca pero no imposible.
Ejemplos de cambios
radicales nos los han dado los espartanos con las leyes de Licurgo, los
atenienses con su democracia y, los mexicas con su forma de gobierno ordenado y
con pocos delitos cometidos. La política no se puede hacer con una receta de
farmacia ni de cocina sino con el cambio de forma de pensar y de actuar del
pueblo, de donde emanan los políticos y de un estricto control de los
gobernantes. Y, eso es tarea del pueblo en general.
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