La
terminación de una época, su correspondiente agudización de su crisis y el
inicio de otra era; en general se padece pero muy pocos la entienden. En este
contexto la mayoría se pierde, cunde el pánico, la zozobra, se siente la pérdida
de unos valores y la adopción de otros, incluso sus contrarios (Los
antivalores), lo peor es que, hasta as cabezas más preparadas pierden la
prudencia y caen en esta vorágine de desencanto generalizado.
En
México ya casi termina el Priato, sistema político que ha dado de sí todo lo
que ha podido para bien o para mal ya solo lo sostienen con alfileres los
partidos que se benefician con la corrupción imperante que formó parte del
Estado moderno y que amenaza con colarse al nuevo. Se está forjando un nuevo
Estado el híper moderno y como es demasiado reciente la mayoría sonríe y ríe
por no poder ver el fenómeno (Todo lo que se puede percibir por los sentidos);
con todo, ya está aquí, este no es el momento ni lugar para que dé yo sus características,
baste saber que el pueblo tiene la oportunidad de ser actor principal de la formación
del nuevo Estado; eso no volverá ocurrir en quizá una centuria, y, sin embargo,
el grueso de ciudadanos se pierde en discusiones inútiles como si no hubiera
una tarea gigantesca y vital en que invertir las energías.
Es
evidente que a la mayoría de los líderes de los partidos políticos les conviene
que el nuevo Estado nazca deforme con el mal de la corrupción para seguir
viviendo como verdaderos jeques árabes; eso debe terminar para bien de las mayorías
sean estas de la filiación política que sea; pues los ciudadanos comunes y
corrientes de todas las tendencias políticas forman el gran rebaño que
trasquila, ordeña y mata la clase política sin excepción; solo la creencia estúpida
de pertenecer a un partido y ser su defensor los hace seguir defendiendo a sus
verdugos.
Se
debe quitar la venda de la ideología, por lo menos al número necesario de ciudadanos
para que estos, independientemente de sus tendencias políticas, tengan ideas
claras y distintas (Descartes), para distinguir claramente que este proceso histórico
de suma importancia (la terminación de un sistema político corrupto), debe culminarse
y no permitir que su mayor defecto (la corrupción), se cuele al nuevo estadio.
Se debe entender que, ya no se debe pensar a lo priista porque ese es el
pensamiento imperante a pesar de que se diga pertenecer a la derecha o
izquierda. El auto engaño es el mal de nuestro tempo por la ideología partidista.
Los
mexicanos deben dejar el caudillismo al que están acostumbrados y deben pasar a
ser ciudadanos plenos que sepan que el líder es necesario para encausar las
demandas generales pero que, por muy simbólico que pueda llegar a ser, son los
ciudadanos los que han sido llamados al escenario de esta etapa de la historia.
El presidencialismo pleno se terminó en el sexenio 1988-1994, ya el presidente dejó
de ser la gran voluntad motora que movía a todo el Estado mexicano para bien o
para mal, quienes sigan añorando y buscando liderazgos de este tipo son unos
ciegos estorbos de necesidad de crear un nuevo estado con características disímbolas
al anterior pero con fines dados por el pueblo en la medida de que este se
involucre con su acción política.
El
liberalismo económico quitó del vasallaje a los siervos y los envió por un
momento al Estado de bienestar; el Neoliberalismo libera al Estado de las
responsabilidades sociales, de bienestar. Sin más que su fuerza, el pueblo no
acaba de entender que en este contexto, en la que dominan las trasnacionales y
no el presidente ya no puede ser un solo ser humano quien determine el rumbo de
la política y de la economía nacional sino que está acotado por el poder económico
y por el antiguo régimen político; es evidente que son los ciudadanos los que
deben lanzarse conscientemente a construir el nuevo Estado sin esperar liderazgos
semejantes al del Presidencialismo.
Los
ciudadanos deben dejar de ser pasivos para volverse activos y en esa medida tendrán
a lo menos su pequeño papel dentro de este nuevo sistema político. Ahora bien,
no por tener un pequeño papel este no es de suma importancia, por el contrario,
es vital en el sentido primigenio pues en ello le va la construcción ambiental
de su vida dentro del nuevo Estado. Sentirse libres, ser libres es una condición
que pocas generaciones y personas han tenido el privilegio de ejercer conscientemente
y, es el arma más poderosa con la que pueden contar los ciudadanos contra
quienes tratan de oprimirlos.
El
pueblo mexicano en su conjunto está en su medio día, en este parteaguas y, a él,
y solo a él, le está encomendada la misión de construcción de lo nuevo. En el anterior
estadio económico estaba la burguesía y su correlato la clase obrera en franca
pugna; el Neoliberalismo mutó, formando trasnacionales como mascaras donde se
oculta la burguesía, aun así esta es una nueva era; y, ahora son las trasnacionales
por un lado y ya no la clase obrera en solitario sino todo el pueblo por el
otro. La acumulación de bienes y servicios en manos de unos pocos a través de
las trasnacionales ha logrado que, sean los pueblos enteros sus correlatos en
esa dialéctica en la lucha política. Los gobiernos son ya empleados pagados por
el pueblo al servicio de las grandes trasnacionales. La lucha por el poder
sobre el nuevo Estado sigue sin parar y es responsabilidad del pueblo entrar en
escena libre o con sus antiguos atavíos y, eso sucederá quiera o no.
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