Un
sistema político puede atrofiar o limitar la percepción de los seres humanos
para poder distinguir claramente entre lo bueno y lo malo; la democracia y la tiranía
u otra forma degenerada de vida.
Un
sistema como el priista no tiene otro objetivo que, el de turbar a los
ciudadanos hasta el punto de postrarlos y tornarlos en simples adeptos de la tiranía;
no conocen otra forma de vida; una manera diferente les parecería, incluso, una
locura, un extravío y penosamente preferirían seguir en la postración conocida
que, aventurarse a lo desconocido.
El
sistema político priista tiene su antecedente en una la religión cualquiera; la
misma, en todo momento tiende a desorientar de la realidad a los seres humanos
hasta lograr que, se vuelvan ingenuos y crean lo absurdo. Logrado esto, de allí
en adelante, preferirán morir, matar o pelear fanáticamente contra todo lo que
se les diga es peligroso.
Para
cualquiera que use la razón, no lograra entender la razón por la cual existen
seres humanos ciegos a la realidad y que se han trocado en oquedades impenetrables.
Esta es la base de la existencia permanente de una religión cualquiera o la
larga vigencia de un sistema político.
La
política y a religión no tienen las palabras exactas para describir esta
espantosa visión de la vida real pero si tenemos a los poetas y su poiesis (acto
creativo), para darnos la sentencia adecuada a esta pasividad ignorante. Dante
al cantar su Divina comedia sentencia: “Quien entre aquí que abandone toda
esperanza”, pues allí van todos los
pecadores de todas y cada una de las categorías.
Quien
siga sosteniendo el sistema político priista sin pensar en lo que significa
como infierno, deberá de perder toda esperanza de libertad, de democracia, de
justicia, de la mínima vida digna. Aunado a lo anterior, este sistema político corrupto
ha dejado de ser adecuado a este momento histórico: la Híper modernidad, donde el
ser humano debe ser totalmente libre, no únicamente en la formalidad sino en su
radical realidad para tratar de ser lo que es.
Las
anteriores etapas, la modernidad y la postmodernidad, en México, mantuvieron a los seres humanos atados a los engaños,
a la minoridad de edad, al espantoso paternalismo y, a la supremacía de un órgano,
el ejecutivo flotando en las aguas turbias del Partido Único de Estado con sus
tres grandes vertientes: el sector campesino, el obrero y el popular siempre vigilados
por una corte de carceleros, capataces, barqueros y torturadores.
¿Quiénes
somos?, ¿quiénes somos?, se preguntan los mexicanos al salir de este sistema y,
entrar en crisis de todo tipo, mirando las ruinas del pasado y lo estéril del
futuro. Sois los herederos legítimos de seres humanos creadores pero os han
hecho olvidar. ¿Quién, cómo y cuándo?, son las preguntas que deben contestar y,
con el tiempo hacer saltar el último clavo de vuestro pasado reciente en forma
de ataúd.
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