Los perredistas comunes y corrientes se han
volcado en las redes sociales con la desesperación propia de quienes están en
el umbral del peligro de extinción política; luchan por su trabajo en el
partido, por su forma de vida, por su identidad vapuleada y hasta por una ideología
que saben que está totalmente torcida pero que no aceptan públicamente. Lo más trágico
lo llevan a cabo aquellos que defienden al PRD por honor, dicen. ¿Por honor a qué?-
Pamplinas, simulaciones.
La mayoría de perredistas de este estilo no
tienen la suficiente claridad para el análisis ni la crítica certera, se lanzan
contra López Obrador como si fuera algo personal y su campeón Juan Zepeda un Titán
de la política muy superior al primero. No hay tal; sin embargo, esta lucha
desesperada es como todas las de su estilo y no van a cambiar de forma de
pensar y de actitud. Quienes se encuentran desesperados hacen cosas y actitudes
desesperadas; tienen la cabeza de adorno.
Por su parte, sea como sea López Obrador y Juan
Zepeda viven bien; esto sin entrar a un juicio de valor sobre si esto es merecido,
inmerecido o valoraciones parecidas. Mi punto es que, a quienes oprime con toda
su fuerza, este sistema político corrupto y evidentemente los corruptores, son
a los mexicanos menos afortunados para decirlo con un eufemismo o bien a los más
pobres y pobres. Deberíamos centrarnos en que, este sistema político caiga con
todas sus consecuencia y se erija otro que responda a las demandas del pueblo
llano y no estar royendo un hueso que es insustancial sin que deje las
condiciones para que los más pobres puedan salir de su postración; con todo, el
tipo de ciudadanos que son hombres y mujeres de partido son los más obtusos y
prefieren seguir con sus diatribas contra Andrés Manuel; se regodean con mil y
un tonterías y se ríen inconscientemente de sus dichos y actos para satisfacer
su ego sin darse cuenta que se ríen de un supuesto fracaso de los líderes como
si no fueran ellos mismos de la desgracia general; es patético ver como se ríen
de su propia desgracia y hacen suyos triunfos y derrotas de sus líderes, es
decir de personas ajenas que viven bien, muy bien.
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