Al
Estado moderno le correspondía el bienestar para el individuo y la sociedad en
general; se pretendía que tanto en lo individual como en lo general los seres
humanos pudieran desarrollarse en una mínima armonía de bienestar. Claro,
estando lo material por encima de lo humano esto no iba a ser posible. La
libertad era relativa en virtud de ser el Estado protector de los derechos
agrarios, laborales, sociales, de educación, de seguridad y todo lo que fuera público.
Eso se terminó con las reformas privatizadoras de Enrique Peña Nieto.
Las
consecuencias de las privatizaciones, en medio de la corrupción más grande
hasta ahora vista, son la anarquía, la debilidad del gobierno, del Estado para
poder atender los mínimos bienes y servicios públicos; de esta manera, la
seguridad pública será abandonada, la educación puesta como un negocio, la
saludad abandonada a la iniciativa privada; todo deberá ser alcanzado por los
propios medios de los híper individuos. La libertad ha alcanzado su mayor expresión
y ejercicio, el Estado gradualmente disminuirá los programas sociales y estos, únicamente
se mantendrán como vías electorales para alcanzar el pode o mantenerlo.
El
pueblo mexicano, nunca antes habían tenido este grado de libertad pero tampoco
se había enfrentado una corrupción e impunidad de grados inauditos. No hay
leyes ni voluntad política para aplicar la ley ni para hacer reformas
constitucionales tanto en lo político para castigar la corrupción y evitar la
impunidad así como eliminar el fuero y reformar la institución del Ministerio
Publico en sus dos ámbitos para la persecución de los delitos cometidos por
gobernantes, políticos y grandes empresarios.
La
nación mexicana ha quedado a merced de los políticos como de los grandes
empresarios sin leyes que puedan contener la rapiña de todos lo público. La
riqueza general se convertirá legal y legítimamente en privada. Esto se debe a
que, los capitalistas han venido organizándose, apoyados por sus gobiernos o
francamente los gobiernos subordinados a las grandes trasnacionales sin que los
pueblos hayan logrado organizarse para enfrentarlas.
En
la anterior etapa del capitalismo estaban los capitalistas y su correlativo los
obreros como actores principales del drama de producción; sin embargo, con la supremacía
de las trasnacionales el sector obrero ha quedado rebasado y ahora es el
conjunto de los pueblos quien ha entrado a escena como contraparte de los
grandes capitalistas.
Con
la consolidación del Neoliberalismo se ha puesto a los mexicanos en libertad
para que se organicen y se opongan al poder económico que todo lo basa en la explotación
irracional de todos los bienes y servicios públicos, naturales, minerales y de
todo aquello que le deje un centavo de ganancia. No tiene opción el pueblo ante
la supremacía de las trasnacionales extranjeras y nacionales.
La
organización de los obreros está casi muerta es hora de que la sociedad en su
conjunto ponga manos a la obra y gradualmente acote el poder de los dueños del
capital y de los políticos. Menuda tarea tiene el pueblo mexicano. A mi entender
se debe iniciar esta lucha, poniendo límites a los políticos a través de una
reforma constitucional para quitarles el fuero e imponiendo penas viables, directas
y ejemplares para frenar su corrupción y anular su impunidad. Después, se debe
seguir con la entrada en vigor de leyes que impongan a las trasnacionales en la
prestación de bienes y servicios hasta que la vida se ponga dignamente por
sobre la economía. Claro, la lucha será larga y parece imposible de ganar, sin
embargo, se debe iniciar ya y dejar el resultado a las siguientes generaciones.
No hay de otra. El Estado hiper moderno tiene como único fin el de privatizar
todo y que todo lo necesario para la vida sea ganado por los individuos por su
propio esfuerzo. La vida tiene el precio más ínfimo sin ninguna dignidad. Se
trata pues de cambiar este lamentable estado de la humanidad.
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