Hay
diversas concepciones de Filosofía, tantas casi como corrientes filosóficas
existen; con todo, trataré sólo la más básica y etimológica. Filosofía = Amor
al saber, sin entrar a la vana erudición. Ahora bien, si la filosofía es amor a
la verdad en su más básica realidad, vemos hoy que, no se busca el saber por el
saber sino los grados académicos que puedan ser usados como escudo y ariete
contra la pobreza, el anonimato, lo gris de la vida y fatalmente como un medio
de ganar dinero del erario. Por lo común los filósofos en México tienen dos
opciones, las llamaré positivas, la academia y la investigación. La primera es un desastre y de la segunda no sé
qué se indague. Oigo solo ecos de las distintas filosofías pasadas pero ningún
buen augurio de una filosofía del porvenir. Hay otra opción. La mas común: el anonimato gris.
Es
tan magra la filosofía en México que se trata casi exclusivamente de aprehender
historiografías de la misma y punto. Y, a eso se le ha llamado ser filósofo.
Vaya, vaya, valla. ¿Qué me dicen de estudiar la “Teoría Unificada del Todo”, la
Óptica u otras ramas del saber para tener una nueva concepción de la realidad.
Ver el mundo como es en verdad, sin colores o indagar sobre “El-Principio-Primero-de-Todas-las-Cosas”,
desde el punto de vista de la Física. Entonces si se podría decir que se
filosofa (bien o mal), pero se piensa acerca de señeros problemas de la vida.
Si por buena fortuna se hace uno de unas pocas ideas y se hace una teoría sobre
las mismas, se tendrá la dicha de tener un pequeño tesoro.
Un
tesoro tal, seria nuestra filosofía y entonces, se tendría el derecho
irrestricto de amar lo encontrado por el propio esfuerzo. Amor al saber. Quien
lo haya intentado sabrá que esto es tanto como tratar de atrapar una trucha con
las manos en las peores condiciones, hasta el punto de la desesperación, del
abandono, de la indiferencia y hasta del mal trato. ¿Debería de ser de otro
modo?. No lo sé. Pero si sé que de todas esas noches y días en las que, a pesar
de todo, no se levanta el sitio. La mirada siempre fija y las armas en la mano.
Se sabe que allí está lo buscado: la verdad, nuestro tesoro y que tan pronto
nos descuidamos un instante se nos escapa. Volver a sitiar. Esto pasa a menudo.
Las ocupaciones consuetudinarias nos distraen en todo momento. Se tienen que
pagar las deudas y, se tiene que comer y bien. Las batallas así lo exigen.
Entre
más se adentra uno en la guerra se abandona patria, casa, mujer, hijos y
amigos. Ser autentico filosofo no es poca y exige la sangre, la vida. Ya no importan las burdas
burlas, ni el olvido, ni la soledad ni la incomprensión o los malos tratos. Se está
ya en otra posición. Lejos de las pequeñas y grandes mezquindades y del mal. ¿Qué
importa todo esto?, solo importa nuestro embarazoso saber. Se anda con esa
gravidez propia de los creadores y se sabe que el parto vendrá se quiera o no. ¿Cuántas
ideas han muerto y han de morir antes de poder ver unas cuantas corretear con
buena salud?, muchas, incontables.
Por
desgracia se ha confundido ser filósofo con alcanzar grados. Los mejores filósofos
no han necesitado títulos y los que los han logrado los han utilizado como
medios y no como un fin en sí mismo. Ahora bien, respecto al mal trato que
muchos ingenuos nos tiran a la cara, se les debe decir que, no conocen lo mínimo
de la historia. ¿Creen en verdad que Sócrates murió justamente, que Platón vivido
entre algodones, recuerden al tirano Dionisio?, hay muchos más ejemplos: Diógenes
Laercio, Spinoza, Schopenhauer, Nietzsche y tantos que encontraron sus tesoros
y aun así, no fueron tratados como estrellas de rock sino como simples
mortales. Tuvieron que abrirse paso a brazo partido para tomar su lugar en la filosofía,
la historia y la vida.
Los
filósofos de academia raramente sirven para pensar, su función es transmitir el
conocimiento estático y frío de las filosofías. Se contentan con desmenuzar los
pensamientos ajenos y con el tiempo se vuelven eruditos de una sola filosofía ajena.
Se visten de gala con ropajes extraños y extravagantes. Nuestros ropajes aunque
modestos son propios y se nota inmediatamente. No hablamos de entrar a una
Universidad de prestigio; ultimadamente es un prestigio ajeno. Como buenos
jardineros hemos arrancado lo innecesario, lo ajeno y hemos hecho propio lo
meramente indispensable de las filosofías. Vamos ligeros en todo. Llenos de vacío
y vacíos de lleno. Que lejos nos encontramos ya del romanticismo, del idealismo
chato. De una batalla venimos y, a otra nos dirigimos.
Tal
cosa pasaría por una perorata si no fuera porque hemos estado embarazados mucho
tiempo y es tiempo de parir. Ya se verá. Hemos escapado a todo repugnante oscarismo y
antes de champirizarnos habremos de dar a luz. La fecha está fijada y el tesoro
casi tomado.
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