domingo, 19 de junio de 2016

FÚTBOL Y MANIPULACIÓN



El fútbol como cualquier vicio enajena la consciencia a intereses ajenos a los individuos y hace decadentes a los seres humanos al punto de fanatizarlos. Y, los fanáticos del fútbol, se sabe actúan bajo la dirección de quienes dirigen este pingue negocio. Si, este deporte como ninguno otro en México es un negocio privado. Unos cuanto son los dueños y tratan de llevar a tantas personas descarriadas sin identidad alguna para que se alisten bajo lemas y símbolos de los clubes deportivos.

No es casual que, los clubes con mayor manipulación de mercadotecnia y aparentes tintes de rivalidad sean los que tengan mayores adeptos. Para ser fanático se necesita ser ignorante y carente de toda consciencia social, de clase, de nación para así, poder manipularlo al grado de sentirse perdido si “su equipo”, pierde un partido o no logra un campeonato.  Los individuos pueden sentir un dolor profundo y una frustración de la misma magnitud por los fracasos deportivos de sus equipos. Ya han sido enajenados con anterioridad y lo que era externo, ajeno se les hace sentir como propio e íntimo. Llegan hasta la locura de golpearse con los fanáticos de los equipos contrarios y en plena locura hasta matarse.

Si a esto se le lleva al plano de la selección nacional el paroxismo aumenta a grados inauditos sin que importen los problemas nacionales, las desgracias nacionales, los malos gobiernos, incluso la familia. Es patético y triste ver como los padres fanatizados inculcan a sus hijos todo el veneno y esclavitud a sus hijos para que sigan adorando los colores de sus equipo preferido; esto ante la mirada lujuriosa de los dueños de los clubes deportivos.

La selección nacional de fútbol se ha dicho y se dice es “de todos”, bien mentido. Es de los dueños de los directivos del fútbol y dentro de ellos sólo los más poderosos pueden decidir y por consecuencia, llevarse las mejores tajadas económicas que genere dicho equipo. Tan fanatizados están los seguidores del fútbol que en verdad creen que, les pertenece y en el mejor de los casos sentir ese leimotiv (motivo central recurrente), de ver una oncena de guerreros que, transportan a los sujetos al infinito de la las emociones del circo romano transfigurado en estadio repleto de desquiciados que no entienden y no saben otra cosa que aspirar ver ganar a su selección.

Esto se magnifica a través de las pantallas de televisión, en donde se arremolinan grupos de fanáticos, bebedores de cerveza incansables que gritan ante cada jugada afortunada o desafortunada. Todo, si es posible en High Fidelity. ¿Qué decir de los comentaristas?, pues que, son los conductores y amplificadores de las emociones de los juegos y cuando estos son de mala calidad, se vuelven creadores y recreadores de atmósferas etéreas que embriagan a las multitudes. Hay mil recursos para mantener embobados a los espectadores. Una toma increíble, un comentario certero, un dato de antaño, la estadística fría y la magia del juego del hombre y fatalmente  también de la mujer.  

Al margen de todo esto están los verdaderos dueños de la selección nacional, contando al rebaño y haciendo complejos números para sacar la ganancia que les da el status de personas bien, pilares de la sociedad, referentes del triunfo, del éxito material y descarnado. Imbecilidad total.

Se abandona la realidad política, económica y social. Los políticos se sienten aliviados de tener un pueblo (casi exclusivamente llano), atareado con sus bastardas emociones a punto de explotar. Los fríos empresarios miran indiferentes las escenas mientras azuzan a sus empleados a mantener la oferta de bienes y servicios en el clímax. No es raro ver a un presidente vestido con la playera símbolo nacional del fútbol estar a la expectativa del desarrollo del partido y repartir felicitaciones y parabienes si gana la selecciona nacional. Se ha salvado el orgullo, se ha vengado una afrenta y los jugadores se vuelven héroes nacionales. Las madres y los padres alientan a sus hijos a triunfar en ese rubro. Basta un poco de suerte, el chico tiene las cualidades, se dicen y comentan en sus círculos sociales.

No es raro que, se les preste mucha mayor importancia a los jugadores de fútbol profesionales que, a los científicos de alta calidad, aunque los primeros digan un sonsonete mal aprehendido y mucho peor pronunciado.  Claro, en esta ocasión les ha tocado a un puñado de pobres muchachos cargar con el peso del muerto. Pobres que desgracia. No queda de otra que pedir tamañas disculpas y pedir mil perdones. Les hemos fallado.  Como si la selección mayor hubiera ganado algo digno de reconocerse. Hasta ahora su destino por estadística es perder en la hora buena.

El fútbol es un negocio rentable sobre las espaldas de los más pobres, de los más ignorantes, los de siempre, el pueblo llano que no tiene otra cosa con que entretenerse que no sea con el sebo ilusorio de tener o por lo menos pertenecer a un equipo ganador. Pero cuando pierde. ¡Que escenas llenas de dolor patético, insano, perverso hasta la denigración humana!. Vaya pelmazos. 

Calma y más calma. No se ha perdido un ápice de territorio nacional, el orgullo nacional y el patriotismo (si es que los hay), no han sufrido mella alguna. Volvamos a los problemas nacional (los cuales nunca se deben abandonar y menos por semejante idiotez). Las privatizaciones bajo el rubro de la corrupción siguen, las desapariciones forzadas, el imperio de la Ley del Garrote. Los gerentes generales de México (gobierno), se les acaba el tiempo y no han logrado las metas impuestas por las trasnacionales. 


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