De
común, se separa la vida de la muerte como si fueran dos hechos separados. No
hay tal. La muerte es lo que le pasa a la vida}; la muerte está contenida en la
vida no fuera de ella. Si se atendiera más vivir que, dejarse llevar por los amplios
ríos de la vida tradicional, familiar, institucional en cualquier ámbito
(estatal, teológico, desde la costumbre, lo social etc.), se vería y probaría la
riqueza oculta de la vida. Morir es un hecho inevitable, vivir es un reto mayúsculo.
No hay una oposición entre la vida y la muerte sino una consecuencia factual,
inevitable. Por el contrario, la vida libre en lo posible es el verdadero
problema. Ya lo dijo Juan Jacobo Rousseau “El hombre (ser humano), ha nacido
libre, y sin embargo, vive en todas partes entre cadenas…”. El “Conócete a ti
mismo” de Sócrates debe complementarse con “El sé tú mismo” de Nietzsche. No me
queda duda de que, la vida plena raya en la locura. El esfuerzo tremendo que se
hace para elevarse por sobre las propias limitaciones tiene sus efectos más
fuertes sobre la psiquis. ¿En dónde se hallará signos de fortaleza y debilidad más
marcados?, en la mente. La sensibilidad o mejor dicho, la híper sensibilidad es
un atributo de los seres superiores, hallan en todas partes una realidad más
profunda. “Como se llega a ser lo que se es”, “Potencia” y “Acto”, son solo
conceptos que al ser llevados a sus plena realización en la realidad pueden
hacer saltar los principios rectores de la vida, sacar de su hábitat y destino manifiesto
al que se atreva. Vincent Van Gogh ha vivido más intensamente que la gran mayoría
de sus contemporáneos y mucho me temo que las generaciones posteriores.
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