Un verdadero filósofo, el auténtico
debe ser pobre en lo material pero rico, exuberante como un bosque que ofrece
su sombra, su agua, su miel y sus frutos a todos sus visitantes. Debe evitar
volverse una lechuza de escritorio de ojos marchitos de tanto ver el mismo
punto. Debe evitar ser torpe para la danza y por sobre todo debe evitar
recorrer caminos hechos y ajenos. Abrir caminos nuevos es su misión. Su
austeridad es heraldo de su fuerza, de su dicha. Quien necesita mucho es pobre.
Y, por sobre todo debe ser un hábil guerrero, presto para la lucha. No sabe cuántas
batallas debe enfrenar ni en cual caerá pero debe estar siempre con las armas
en la mano.
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