El
Estado mexicano sintió y resiente su raquítica salud en todos los ámbitos de la
vida. Esto ha sido a causa de la barbarie aún más profunda del pueblo en todos
los rubros. Claro el pueblo no tiene la mínima idea de su lamentable estado. El
norte se jacta de estar por encima del resto de la nación mexicana y sin
embargo, de allí nos proviene la barbarie en grandes causes. La barbarie más
notoria está en la música y todo lo que ella rodea y sustenta (falta de buen
gusto, gestos, poses, actitudes, pobreza material e intelectual entre otros), y
que ha sido resultado del abandono del gobierno de sus funciones más
elementales: seguridad pública por los tres órdenes de gobierno, generación de
empleos, salud pública, educación y demás rubros públicos. Bajo estas
condiciones la delincuencia se señoreo sobre la población y le impuso sus
gustos particulares de vida y gustos. Los corridos y la música de banda y toda
clase de malas hierbas crecieron en el arte y como selva tupida sepultaron el
arte superior incipiente. En todo momento de la historia existe un arte
popular, vulgar, bárbaro, pero desde hace por lo menos tres décadas se ha
venido profundizado en todos los rincones de la vida de los mexicanos, al punto
de la glorificación. Por doquier se ha regado este arte como aceite usado que
todo lo contamina. Se puede ver como hasta la clase media ha sido conquistada
por este arte popular. No hay día en el cual no se tenga noticia de este arte
musical en todos los medios de comunicación y la gente que podría salvarse de
esta contaminación por no sentir que esta contra el pueblo se ha unido a tal
barbarie.
No
tengo cosa laguna contra este arte en su existencia marginal pero ya instalado
en la opinión publica esto es el desastre. Se abandona la fuerza, la salud, el
buen gusto por la barbarie. Se han impuesto los colores chillantes, los
sombreros, las botas, los cinturones, las chamarras de cuero, las actitudes y
gestos llenos de estúpido orgullo. La nación mexicana es culpable de aceptar
semejante calamidad. Con todo, no solo no ha habido una enérgica acción para
sacudir a la nación mexicana de este éxtasis musical bastardo sino que la
mayoría, todos a una, han estado dándole la santa bendición y mimándolo para
que siga vigente.
Que
no se sienta la tremenda culpa por este crimen es síntoma de la imbecilidad
instalada tanto en los gobernantes como en el pueblo. Es sabido que a
determinado pueblo le corresponde determinado gobierno. De un pueblo bárbaro no
puede corresponderle gobernantes racionales, prudentes, sabios en su quehacer
sino estúpidos e imbéciles. Cosa tal que se puede constatar de momento a
momento en México. Esta flaqueza, esta salud raquítica tanto del pueblo
mexicano, en general, como del gobierno debe empezar a curarse por todos los
flancos. Véase como la enfermedad de estos dos componentes del Estado (gobierno
y pueblo), tienen sus efectos nocivos sobre el tercer elemento del Estado (el
territorio) y todo lo que sobre el existe fuera de lo humano (recursos
naturales, minerales, la fauna, la pesca, toda clase de
industrias, el agro, etc. El débil en lugar de bien administrar mal vende lo
propio para que otros encaren la dificultosa tarea de producir bienes y
servicios.
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