La
ciudad de Puebla es una ciudad mezcla de lo viejo, de lo tradicional, de
conservadurismo con lo nuevo, la ciencia, el arte, la libertad; también es una
mezcolanza de la opulencia con la miseria. No hay un lugar más propicio para la
pobreza como la calle diez poniente desde la cinco norte hasta la cinco de
mayo, en el mero Centro histórico de la ciudad. En este tramo de calle esta
resumida toda la pobreza es como un muestrario bien definido y rico de todas
las latitudes de la ciudad de Puebla y másallá. Prácticamente no hay uno solo
hueco de negocios improvisados. Se aprovecha cada palmo de banquetas para
vender los artículos imaginables. Los vendedores ambulantes suben al transporte
público ofreciendo artículos a toda vista de mala calidad. La pobreza obliga a
consumirlos. En la calle el transporte se hace pesado todos quieren levantar al
mayor número de pasajeros posibles. La gente pulula en ambas aceras comprando
trozo de pizza, pescado frito, chicles, pan y toda clase de productos. La
higiene es mínima. Se puede ver la pobreza en todos sus matices. La música
popular se oye a todos volumen. Los negocios formales conviven con los
informales. La venta de imágenes religiosas es abundante. En tan corto espacio
se tiene un porcentaje alto de estos negocios. Todo bulle populosamente. Casi
en la esquina de la diez poniente y cinco de mayo, a unos metros de la plaza
San Luis esta un hombre campesino ya adaptado a la gran ciudad. Mira hacia
todos lados. Nervioso. En las manos tiene una serpiente de unos cuarenta
centímetros de color verde, juega con ella sin quitar la vista a su alrededor.
Sobre una caja de madera están cuatro tortugas que se mueven sin cesar en una
tina mediana con algo de agua. Dos jóvenes le hacen la plática pero él es un
órgano receptor que abarca la conversación y los detalles que le interesan.
Todo
esto es puro dinamismo. Mujeres jóvenes cuecen panecillos aquí y allá, en comales de lata; muchachos tienen puestos
improvisados y ofrecen películas clonadas y aun de más baja calidad. A decir
verdad se venden muchas cosas falsificadas. El transito corre de poniente a
oriente. La acera más populosa es la que da al sur. La tarde cae cálida. Los
motores rugen y los pitidos de desesperación se multiplican. No hay un solo
oficial de tránsito para desahogar el embotellamiento. En el corazón de la
ciudad viven los olvidados. Un buen pulso de que la política económica funciona
tal y como lo predican los gobernantes debería tomarse aquí.
Puebla
fue hace poco la Ciudad de las Ideas. Que mejor idea sería que no se diera la
espalda a este tramo de calle y aquí se midiera el agua a los camotes en el
rubro de pobreza.
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