viernes, 24 de enero de 2014

EL PAYASO DE LAS CACHETADAS





La nobleza es la vida individual que se eleva por si misma desarrollando hasta su plenitud las potencias latentes en cada ser humano. La fuerza, la inteligencia, la salud en sus dos vertientes, la voluntad y todo aquello que estando en estado germinal pasa a ser. Para usar los términos de Aristóteles diría que es pasar de la potencia al acto. En los seres humanos no hay duda que por genética se heredan determinadas potencias que con el crecimiento pueden llegar a desarrollarse a plenitud hasta elevar a los humanos a la condición más poderosa en todos los sentidos, a la condición más sabia, hermosa, saludable o cualesquiera otra que corresponda.

La nobleza no es una condición delegada por divinidad alguna sino la más humana de las condiciones vitales del ser humano. Sostener lo contrario es pura chabacanería ridícula. La nobleza heredada es la pedantería estúpida que alzan los retoños atrofiados de la verdadera nobleza, la primera es por derecho la segunda, es primero de hecho y después alcanza su derecho que hereda a sus vástagos. De allí proviene esa cosa chata de la alcurnia, que no es otra cosa que el mal gusto petrificado en cada gesto mecánico, falto de espontaneidad.

Sobre este terreno se mueve el panismo, en una supuesta nobleza heredada. Los panistas les gusta hasta la saciedad separarse de las masas debido a su alcurnia, ese vejestorio mal oliente de cadáver de siglos. Para ellos existen dos clases: los panistas que es decir, los conservadores y el pueblo ignorante, carente de verdaderos derechos. Los que deben dictar los derechos y obsequiarlos y sostener el Reino de Dios en la Tierra son ellos, los panistas. Es un rasgo distintivo de los conservadores creer que existen por derecho divino y que los demás existen para obedecerlos en sus designios. El derecho divino al que aluden es infalible por su propia naturaleza. A estas alturas de la historia eso es ya signo de extravío, su Dios está bien muerto.

Décadas de recato y de alcurnia panistas fueron puestas a prueba desde hace mucho tiempo pero concretamente desde el año dos mil en que los panistas llegaron al poder presidencial. Dicen que los pueblos no se equivocan y eso se vio refutado hasta por doble partida; la primera con Fox, ese hombre mezcla de bonachería, de estulticia e infantilismo; la segunda, con Calderón, compuesto por una irracionalidad rabiosa y una alcurnia miope; ambos con el fondo teológico absoluto como seguro contra todos los males del mundo. Doce años duro la locura. Ante la incapacidad y corrupción de estas dos administraciones vino la desilusión. En las elecciones del dos mil doce “José fina diferente”,fue indiferente para los votantes y el pueblo retrocedió hacia tierras conocidas; hacia el priismo: “Roban pero dejan robar”. Una oleada de conservadurismo, de tradición priista se adueñó del escenario político.

Los viejos panistas se lamentaban entre bastidores de la derrota aplastante que sufrieron pero, poco podían hacer. Las nuevas oleadas de panistas habían infestado al partido. Pronto la lucha por el control del Partido Acción Nacional, los iba a confrontar. Dos facciones se disputan el poder, los calderonistas y los maderistas. La vieja alcurnia solo acertaba a menear la cabeza desaprobatoriamente. Ya el señorito remilgado de German Martínez había presentido la catástrofe que se les avecinaba. Anunciaba con gestos y gritos que el Partido Acción Nacional se perredizaba o que es lo mismo, que las viejas estructuras rígidas de controlpolítico hacia el interior de su partido se rompían inexorablemente.

En el ser humano pulsan todo tipo conocido de virtude4s y de vicios. Los verdaderos nobles superan en medidas diferentes los vicios para mostrar su plenitud. Los panistas creían falsamente estar hechos de una materia noble. “La nobleza obliga”, pero no obliga de manera abstracta sino particular. En los dos sexenios panistas se vio claramente que el endeble barniz, no de la nobleza, sino de la ridícula alcurnia se resquebrajaba por todos lados. La corrupción, el nepotismo, la injusticia, la banalidad y toda clase de tonterías lo verificaban vívidamente cada día de los dos gobiernos panistas.

Se fue creando un estercolero como escenario del circo panista. Los panistas mostraron que en ellos laten las pasiones más bajas al punto de no poder controlar sus deseos de aniquilarse entre sí sin importarles las consecuencias. Corrupción, traiciones, uso indebido del poder y toda clase de bajezas salieron a relucir en la fea batalla. La lucha por el control del partido llego al punto más alto cuando Javier Lozano llamó a Gustavo  Madero “El Payaso de las Cachetadas”. El aludido aulló de coraje y Lozano de júbilo, sin que se dieran cuenta del irremediable vicio generalizado que habían escenificado. Al pronto el pueblo vio la verdad, la supuesta nobleza heredada, era una maldición. La alcurnia se desgarró hasta caer en su propio fango para no volver a salir de allí. El panismo quedo allí en plena plaza pública, solo, avejentado, mordiéndose el corazón con el puñal ensangrentado de todos los panistas presentes. El juego había acabado. El viejo y ridículo mito del derecho divino, de la nobleza, de la alcurnia había sido acuchillado por sus propios herederos. Avergonzados se retiraron sin quitarse los disfraces de payasos, sí, todos, desde hace mucho habían llevado en la piel el estigma del Payaso de las Cachetadas. ¿Quién volverá a creer en semejante mentira del derecho divino?. Los panistas han sentido por fin la libertad humana y les ha pesado. En la intimidad se rascan la piel y con asco y horror ven que esta se desgarra y de la llaga sale putrefacción pestilente. Lo racional seria que reconocieran que solo son otros tantos humanos pero les gusta vivir entre mitos, volverán a su bizqueo y a su vieja retórica.  La función debe continuar. Allá, en el fondo nebuloso hay largas filas de camerinos, se oye un lacónico toc, toc, en una de las puertas, primera llamada.  El viejo rotulo cascado y de mal gusto reza: “El payaso de las Cachetadas”. 


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