La
nobleza es la vida individual que se eleva por si misma desarrollando hasta su
plenitud las potencias latentes en cada ser humano. La fuerza, la inteligencia,
la salud en sus dos vertientes, la voluntad y todo aquello que estando en
estado germinal pasa a ser. Para usar los términos de Aristóteles diría que es
pasar de la potencia al acto. En los seres humanos no hay duda que por genética
se heredan determinadas potencias que con el crecimiento pueden llegar a
desarrollarse a plenitud hasta elevar a los humanos a la condición más poderosa
en todos los sentidos, a la condición más sabia, hermosa, saludable o
cualesquiera otra que corresponda.
La
nobleza no es una condición delegada por divinidad alguna sino la más humana de
las condiciones vitales del ser humano. Sostener lo contrario es pura
chabacanería ridícula. La nobleza heredada es la pedantería estúpida que alzan
los retoños atrofiados de la verdadera nobleza, la primera es por derecho la
segunda, es primero de hecho y después alcanza su derecho que hereda a sus
vástagos. De allí proviene esa cosa chata de la alcurnia, que no es otra cosa
que el mal gusto petrificado en cada gesto mecánico, falto de espontaneidad.
Sobre
este terreno se mueve el panismo, en una supuesta nobleza heredada. Los panistas
les gusta hasta la saciedad separarse de las masas debido a su alcurnia, ese
vejestorio mal oliente de cadáver de siglos. Para ellos existen dos clases: los
panistas que es decir, los conservadores y el pueblo ignorante, carente de
verdaderos derechos. Los que deben dictar los derechos y obsequiarlos y
sostener el Reino de Dios en la Tierra son ellos, los panistas. Es un rasgo
distintivo de los conservadores creer que existen por derecho divino y que los
demás existen para obedecerlos en sus designios. El derecho divino al que
aluden es infalible por su propia naturaleza. A estas alturas de la historia
eso es ya signo de extravío, su Dios está bien muerto.
Décadas
de recato y de alcurnia panistas fueron puestas a prueba desde hace mucho
tiempo pero concretamente desde el año dos mil en que los panistas llegaron al
poder presidencial. Dicen que los pueblos no se equivocan y eso se vio refutado
hasta por doble partida; la primera con Fox, ese hombre mezcla de bonachería,
de estulticia e infantilismo; la segunda, con Calderón, compuesto por una
irracionalidad rabiosa y una alcurnia miope; ambos con el fondo teológico
absoluto como seguro contra todos los males del mundo. Doce años duro la
locura. Ante la incapacidad y corrupción de estas dos administraciones vino la
desilusión. En las elecciones del dos mil doce “José fina diferente”,fue
indiferente para los votantes y el pueblo retrocedió hacia tierras conocidas;
hacia el priismo: “Roban pero dejan robar”. Una oleada de conservadurismo, de
tradición priista se adueñó del escenario político.
Los
viejos panistas se lamentaban entre bastidores de la derrota aplastante que
sufrieron pero, poco podían hacer. Las nuevas oleadas de panistas habían
infestado al partido. Pronto la lucha por el control del Partido Acción
Nacional, los iba a confrontar. Dos facciones se disputan el poder, los
calderonistas y los maderistas. La vieja alcurnia solo acertaba a menear la
cabeza desaprobatoriamente. Ya el señorito remilgado de German Martínez había
presentido la catástrofe que se les avecinaba. Anunciaba con gestos y gritos
que el Partido Acción Nacional se perredizaba o que es lo mismo, que las viejas
estructuras rígidas de controlpolítico hacia el interior de su partido se
rompían inexorablemente.
En
el ser humano pulsan todo tipo conocido de virtude4s y de vicios. Los
verdaderos nobles superan en medidas diferentes los vicios para mostrar su
plenitud. Los panistas creían falsamente estar hechos de una materia noble. “La
nobleza obliga”, pero no obliga de manera abstracta sino particular. En los dos
sexenios panistas se vio claramente que el endeble barniz, no de la nobleza,
sino de la ridícula alcurnia se resquebrajaba por todos lados. La corrupción,
el nepotismo, la injusticia, la banalidad y toda clase de tonterías lo
verificaban vívidamente cada día de los dos gobiernos panistas.
Se
fue creando un estercolero como escenario del circo panista. Los panistas
mostraron que en ellos laten las pasiones más bajas al punto de no poder
controlar sus deseos de aniquilarse entre sí sin importarles las consecuencias.
Corrupción, traiciones, uso indebido del poder y toda clase de bajezas salieron
a relucir en la fea batalla. La lucha por el control del partido llego al punto
más alto cuando Javier Lozano llamó a Gustavo
Madero “El Payaso de las Cachetadas”. El aludido aulló de coraje y
Lozano de júbilo, sin que se dieran cuenta del irremediable vicio generalizado
que habían escenificado. Al pronto el pueblo vio la verdad, la supuesta nobleza
heredada, era una maldición. La alcurnia se desgarró hasta caer en su propio
fango para no volver a salir de allí. El panismo quedo allí en plena plaza
pública, solo, avejentado, mordiéndose el corazón con el puñal ensangrentado de
todos los panistas presentes. El juego había acabado. El viejo y ridículo mito
del derecho divino, de la nobleza, de la alcurnia había sido acuchillado por
sus propios herederos. Avergonzados se retiraron sin quitarse los disfraces de
payasos, sí, todos, desde hace mucho habían llevado en la piel el estigma del
Payaso de las Cachetadas. ¿Quién volverá a creer en semejante mentira del
derecho divino?. Los panistas han sentido por fin la libertad humana y les ha
pesado. En la intimidad se rascan la piel y con asco y horror ven que esta se
desgarra y de la llaga sale putrefacción pestilente. Lo racional seria que
reconocieran que solo son otros tantos humanos pero les gusta vivir entre
mitos, volverán a su bizqueo y a su vieja retórica. La función debe continuar. Allá, en el fondo
nebuloso hay largas filas de camerinos, se oye un lacónico toc, toc, en una de
las puertas, primera llamada. El viejo
rotulo cascado y de mal gusto reza: “El payaso de las
Cachetadas”.
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