La
revolución mexicana tuvo efectos ambivalentes; por un lado significa el término
de un régimen dictatorial, el de Porfirio Díaz y por el otro, es el inicio de
la consolidación de un régimen igual de totalitario, igual o más sanguinario,
camuflado bajo la Doctrina Estrada, que se fue torciendo hasta no ser otra cosa
que una piel muerta cubriendo la putrefacción política y económica del Priato,
que habría de durar más de setenta años. Se pueden decir más cosas en pro y en
contra de este régimen de partido único, de partido de Estado (Aglutinaba al
pueblo en tres grandes sectores: Campesino, obrero y popular -Pueblo-, un
gobierno –órganos Legislativo, Ejecutivo y Judicial-, con el ejercicio de la
soberanía sobre todo el territorio). El control se extendía sobre toda la
población y el partido único tenía todos los recursos de la nación mexicana a
su disposición para someter al pueblo y simular una democracia. La elección de
presidentes de la República era arrolladora sin oposición real. Además del
control del gobierno Federal, los órganos Legislativo y Judicial eran dirigidos
por distinguidos integrantes del Partido Revolucionario Institucional (En el
nombre lleva la contradicción ¿una revolución institucionalizada?), designados
por el presidente de México en turno. Esto es conocido como Presidencialismo.
El jefe del Ejecutivo Federal nombraba gobernadores, legisladores a los
congresos de los estados integrantes de la federación, presidentes municipales,
todos los Secretarios de su Gabinete y todos los funcionarios de alto, mediano
y hasta de bajo nivel. El Estado mexicano era una maquina mejor construida para
el absolutismo y con mejor funcionamiento que el propio imperio romano. En Roma
los nobles podían despotricar contra los Cesares en México eso era una
pre-sentencia de muerte. Décadas de
impunidad no serían ni son tan fáciles de terminar.
Ilusoriamente
el pueblo de México creyó que con la sola alternancia en el gobierno se podía
acabar con el Priato. Llegó el Partido Acción Nacional y con gran estruendo
anunció el fin del totalitarismo y el inicio de la democracia y sucedió que los
panistas adoptaron las viejas formas priistas y corrompieron aún más el Estado
mexicano, Vicente Fox fue un fiasco relleno de dislates y de rancherismo
grosero. Felipe Calderón se creyó iluminado e inicio la implantación del reino
de Dios en la Tierra a través del Humanismo Cristiano que los dirige en la
moral pero los panistas no entienden que moral y política son campos diferentes
de la vida humana y que el primero es instrumento erróneo para componer la
política. En resumen, ambos sexenios fueron decadentes, llenos de corrupción
panista y de franco debilitamiento del Estado mexicano. El terreno estaba
preparado para que volviera el PRI.
En
las eleccione4s de 2012 el PRI volvió y se apresuró a imponer el Neoliberalismo
iniciado en la década de los ochentas y formalizada por Carlos Salinas de
Gortari. Se impusieron las reformas llamadas estructurales para la
privatización de los bienes y servicios públicos. Es decir, se implantó el
Neoliberalismo sin reformar la Constitución General y por ende, los órganos e
instituciones de gobierno, el sistema político corrupto. Claro, gobernantes y
políticos no iban a reformar la Constitución Política limitando los excesos que
la misma les permite seguir siendo corruptos, corruptores o corruptibles según
sea el caso. El gobierno y los políticos se niegan a limpiar de la corrupción a
la política todas las declaraciones y acciones que dan y hacen no son otra cosa
que simulaciones tendientes a mantener el mal estado de las cosas y ellos
seguir lucrando en la privatización de lo público.
La
reforma solo del sistema económico presupone que lo demás no importa. Se trata
pues, de hacer negocios y dejar a los seres humanos fuera de los fines del
sistema. El Neoliberalismo lleva a la individualidad a grados inimaginables
hasta la híper individualidad, se da por sentado que son los seres humanos
híper individualizados se bastarán por si mismos para lidiar con el sistema
económico y con todos los problemas de la vida sin la intervención del gobierno
en sus tres niveles. Por ello, se vuelve enteco, frágil, débil al Estado
mexicano para que los individuos traten por si mismos de encajar y hacer
funcionar el Estado. Si las personas quieren bienes y servicios deben tener la
consciencia de que les debe costar y las trasnacionales están para ello y para
lucrar. Los órganos de gobierno (Legislativo, ejecutivo y Judicial), tienen la
función de legitimar y legalizar la privatización del Estado, con base en las
leyes dictadas ex profeso para ello. De esta manera no se rompe la legalidad
sino que se aplica, aunque en la realidad esta legalidad, desde la Constitución
hasta los reglamentos sean contrarios a los intereses mínimos de los mexicanos.
Ante
la ausencia de leyes, tribunales y organismos que frenen la ambición desmedida
de gobernantes y políticos el pueblo indefenso solo le queda la protesta en
redes sociales, las manifestaciones y la acción política para tratar de frenar
la descomposición del Estado. Ante las movilizaciones el gobierno le opone el
monopolio de la violencia y reprime, mata, desaparece, masacra a todos aquellos
que se oponen al régimen injusto. Eso fue lo que pasó a los estudiantes de Ayotzinapa,
en Iguala, Guerrero y no otra cosa y el gobierno en sus tres niveles es
responsable.
Las
reformas económicas tienen como único fin el de generar consumismo en la nación
mexicana y ganancia para las trasnacionales y se olvida de los mínimos
servicios de educación, seguridad pública, de salud pública y todos los demás
rubros porque quieren que solo el nombre de “bienes y servicios públicos” quede
como lema pero que en la realidad todo sea privado. Es evidente que al gobierno
en sus tres niveles no les importa el pueblo. A Enrique Peña Nieto le es más
importante ir de giras al extranjero a proponer negocios privados mientras en
México la descomposición sigue y las protestas no disminuyen así como en el
extranjero.
El actual gobierno quisiera que el sistema
político siguiera siendo cerrado y seguir aplicando la Doctrina Estrada que
básicamente ha sido utilizada para que no pronunciarse sobre hechos en el
extranjero y para que, gobiernos y naciones extranjeros no critiquen los
crímenes cometidos por los gobernantes y políticos. Sin embargo, esto ya no es
posible. La globalización a cambiado la consciencia de los pueblos y ahora, los
excesos, crímenes, masacres, desapariciones son de interés de todos los pueblos
del mundo. Las incesantes manifestaciones de apoyo de diversas partes del mundo
dan muestra de ello. Los gobernantes y políticos mexicanos esperaban que este
crimen de lesa humanidad se olvidara como tantos otros que han cometido pero el
mundo les ha dicho, no.
El
viejo sistema cerrado implementado por el Priato ha recibido un golpe de
muerte, un nuevo sistema se debe construir; la moneda está en el aire y no se sabe si caerá de cara a la democracia
o de cara a una simulación de democracia. La respuesta, evidentemente, la debe
dar la nación mexicana, tiene el uso directo de su soberanía, la fuerza y el
apoyo de muchos pueblos del mundo. Con todo, la respuesta contundente tiene que
venir del pueblo mexicano. El sistema político cerrado se ha terminado, la
Doctrina Estrada rebajada, torcida y utilizada para simular la democracia ya no
le sirve al sistema político. México debe transitar hacia la democracia que
significa abrirse al mundo y responder por los hechos, acciones, excesos,
asesinatos, masacres, desapariciones y a las violaciones de los derechos
humanos. No hay más opciones que la democracia real y efectiva o la simulación y
me inclino por lo primero.
El
Neoliberalismo está impedido para dar respuestas a los problemas que él, mismo crea
y es necesario que los pueblos tomen acciones contundentes para rectificar los caminos
torcidos o demasiado cortos y estrechos que crea y quiere que la Humanidad
transite. A la barbarie creada por el Neoliberalismo y aplicada por el gobierno
mexicano el pueblo mexicano le ha opuesto la solidaridad, el humanismo, la
consciencia y la acción política con el apoyo de una buena parte de la
humanidad simbolizada por los pueblos que han dado su apoyo a los mexicanos. No
todo está perdido y es posible crear una realidad diferente a la impuesta por
las grandes trasnacionales y sus sirvientes los gobiernos de los Estados
nacionales.
Es
posible un cambio para bien, hay muchas personas organizadas para lograrlo y si
no se aprovecha este momento quizás se tenga que esperar mucho tiempo. Hace
falta una reforma política profunda desde la Constitución General hasta sus
reglamentos para limitar los excesos de gobernantes, políticos y
trasnacionales. No hay que engañarse estos tres sectores están de acuerdo y unidos
para someter a los pueblos e imponer el consumismo a los pueblos y las
ganancias para ellos mismos sin ninguna responsabilidad.
Enrique
Peña Nieto está sumido en serias y profundas sospechas de corrupción y la “Casa
Blanca”, es solo la punta de la corrupción. Este gobierno está impedido para administrar
pulcramente lo público, para emitir leyes justas y para impartir justicia recta.
Su corrupción congénita se lo impide.
La
renuncia de Peña Nieto no acabaría con el sistema corrupto pero sería un buen
inicio hacia la democracia que en todo momento debería vigilar el pueblo. Se ve
casi imposible que este gobierno solucione el caso de Ayotzinapa, y mucho menos
garantiza que casos como el de Tlatlaya o los 300 desaparecidos de Allende
Coahuila. Ante esto el pueblo no debe oír a los gobernantes y políticos y
seguir luchando hasta que se imponga la democracia. La soberanía popular no
debe detenerse ante los actos, hechos o discursos de la Suprema Corte de
Justicia, del gobierno o de los legisladores ante la imperante necesidad de
democracia, si el pueblo necesitara de aprobaciones oficiales de sus servidores
públicos no sería soberano sino siervo.