La
terminación del régimen Presidencialista en México ha traído olas consuetudinarias
de histeria colectiva por el tema político. No hay día que varias políticos, politólogos,
analistas, periodistas y comentaristas lancen a través de todos los medios
conclusiones catastrofistas que no se cumplen ni de lejos. Y, a pesar de
constatar con sus propios ojos que sus sentencias no pasan de ser una histeria
colectiva, se van a dormir convencidos de que el día siguiente al despertar y
corre las cortinas de sus ventanas el infierno en la Tierra se habrá desatado.
El Apocalipsis, el Armagedón y Dante Alighieri tomando nota de todo esto y
ellos atestiguando sus profecías.
Todo
cambio trae consigo incomodidades, molestias, perdida de preferencias con el gobierno
por si se es proveedor y toda clase de inconvenientes en distintos grados. Con
todo, esto es así se quiera o no. El
reacomodo por el triunfo de un partido y la derrota del resto trae decepciones,
mal humor y sentimientos de venganza. La nueva realidad la padecen los políticos
perdedores como un infierno propio e interno pero que no pueden evitar que les
aflore a través de sus escritos, sus análisis y declaraciones. Es inútil tratar
de hacerlos entrar en razón.
A
los periodistas al parecer les trajo una especie de sarna que salta de uno en
uno, de dos en do y así sucesivamente has que todos al unísono se rascan y la gran
picazón únicamente medio se remedia mientras escriben sus notas o mientras
hablan a las cámaras pero tan luego los dedos quedan quietos o sus bocas se
resecan se inicia el infierno en sus interiores. No hay remedio ni forma de
hacerlos entrar en razón. A realidad se les presenta distorsionada y esto se
agrava con sus continuos excesos de persecución manía.
Es
lamentable este estado de circunstancias. Es seguro que todos o la mayoría no
hayan estudiado o leído a lo menos, como han sido las épocas de transición al término
de una época o régimen en general. Sería muy bueno que por lo menos estudiaran los
procesos de las llamadas Tres Transformaciones que se han dado en el Estado
mexicano y quizá con ello lograrían, algunos, encontrar un poco de paz. Pero
mucho me temo que este mal les durara el resto del sexenio.
Lo
peor es que, los derrotados políticamente, trabajan incansablemente para que al
actual gobierno le vaya mal; no ven una sola acción o hecho benéfico pues todos
a coro por lo menos tres veces al día lanzan sus conclusiones, sentencias y
predicciones maléficamente sin ahorrarse ninguna caloría en sus cuerpos y se
retiran momentáneamente para que, cuales aparatos electrónicos volverse a
cargar de energía y tejer sus próximas bombas venenosas.
Todos
estos sujetos perniciosos, ambiciosos e ignorantes, precisamente ignoran que, ninguna
persona, en estas circunstancias, puede ya determinar el curso del nuevo régimen
político. Actúan queriendo destruir todo con el fin de que le vaya mal al
actual gobierno sin importarles la suerte del pueblo mexicano, con la satisfacción
de decir “Se los dijimos que este gobierno nos iba a hundir”, con una amplia y
torcida sonrisa. Esta es su verdadera naturaleza y su único fin.
Es
lastimoso ver este escenario lleno de locos, histéricos y agoreros de catástrofes
sin remedio. Deberían madurar pero creo que esto es imposible. No importa que
cada día los salude este sol brillante que anuncia ya la primavera con toda su
fuerza manifestándose en la naturaleza. No hay forma de calentarlos benéficamente.
Viven en lugares húmedos, insalubres que agrava sus estados mentales.
Es
seguro que ignoran una virtud filosófica que es “levantar el vuelo al atardecer
cuando ya todo ha pasado”, para poder pensar sobre lo que ha pasado y no
adelantarse a los hechos. Lo que los lleva a crear los más fantásticos y descabellados
escenarios para el día siguiente. Por buena fortuna el pueblo ya no se espanta
con “el petate del muerto”, y llega hasta actos sádicos ante la trompetería de políticos
y periodistas. Enfermos.
Únicamente
queda ante este escenario apocalíptico que nos pintan un día si y el siguiente también,
seguir la senda de la prudencia, del sentido común y de la salud para no caer
enfermo por toda esta andanada diaria de enfermas conclusiones y sentencias más
negras que la pez. La actuación de estos tipos me recuerda a la caída de Jericó
que se dice cayó a causa de la trompetería y maldiciones de siete sacerdotes mientras
marchaban alrededor de la ciudad; esta milagrosamente cayó, sus habitantes fueron
asesinados. Por ultimo Josué maldijo a Jericó y me supongo que se fue
divinamente satisfecho por aquella hazaña.
Por
mi parte veo desde las alturas los hechos. Serenamente espero los crepúsculos.
Las mañanas son maravillosas, el aire vivificante y los medios días la hora de
las pausas. Las noches son inmejorables con sus aromas florales. El horizonte está
despejado y cada día nos aguarda una jornada larga, dura en el trabajo que
mantiene la salud física y mental.