El
fracaso del régimen político mexicano es evidente e inevitable y tiene sus
efectos en lo político, en lo social, en lo económico, en lo artístico y entre
otras áreas de la vida de los mexicanos. Tratare de dar una visión de esto y ya
cada uno de ustedes corregirá, añadirá lo que crea pertinente.
El
régimen político mexicano se fue desviando de los ideales de la revolución mexicana
de 1910, de no reelección, de democracia, de libertad y de todos los derechos
que se habían medio logrado hasta hacer una verdadera contrarrevolución y fue más
allá; dejo resurgir los fueros, las castas privilegiadas y estamentos pues eso
eran los políticos, una casta privilegiada, los sacerdotes y ricos, todos ellos
con fueros ya legales o de facto.
La
vulgar verdad sabida “El PRI, roba pero deja robar”, fue la base y forma de
hacer cómplice a una buena parte del pueblo que estaba segura de estar bajo el
manto de la impunidad en la comisión de delitos como el llamado huachicoleo y
el robo de los bienes nacionales en todos los órganos, dependencias,
organismos, institutos, fideicomisos o cualquiera otra figura jurídica del
Estado. Esto se volvió tan común que se hicieron a la idea de comportarse como
los dueños del Estado de manera casi absoluta.
Esta
Cuarta Transformación ha chocado de frente contra todos estos privilegios y
como es de esperar los afectados se han unido para presentar batalla tras
batalla para tratar de no perder estos fueros, estos privilegios a como dé
lugar y con los métodos más viles y bajos. Claro, no les importa el costo. Sin
embargo, si el Estado quiere salir de su postración debe apoyarse en la nación mexicana
en su mayor número de individuos posibles para lograr someter a los estamentos
que se han hecho ricos o de un modus vivendi el saqueo a los bienes nacionales.
Pocas
veces se ha visto que las clases sociales pudientes económicamente, estén en
desacuerdo con el gobierno, por lo general, son los beneficiarios del mismo.
Los que proveen de bienes y servicios sabían que para ser exitosos deberían entrar
en el juego de la corrupción en binomio, gobierno y sociedad civil, protegidos
por la impunidad. Durante mucho tiempo se forjó que cada estrato social
estuviera casi inmóvil. Los campesinos no podían aspirar a otro destino que no
fuera ser campesinos. Los obreros lo mismo como los ricos lo mismo, ser ricos.
Se había dictado desde el gobierno el sitio de cada uno de los individuos. Por más
que los ciudadanos trabajaran incansablemente, no podían cambiar su grado
social, económico o de educación académica. Se sabía que para evitar los obstáculos
se debía ser corrupto y el lema “El que no tranza, no avanza”, era una práctica
superior a la observancia de la ley. Por doquier que se mirara todo estaba
lubricado por el aceite de la corrupción y protegido bajo el manto de la
impunidad. A este grado inaudito llegamos.
La
caída del sistema Presidencial hizo perder toda cohesión de ese régimen corrupto.
Hoy la gente bien o que se considera de alcurnia vive espantada porque una
mujer llamada Yalitza Aparicio es el centro de atención a nivel nacional e
incluso internacional por su trabajo de actuación en la película Roma de Alfonso
Cuarón. Dice Patricia Reyes Espiándola[1], “No
es su vocación”, es decir, Yalitza Aparicio, debería estar en su pueblo, en la
cocina o en el campo pero no en el lugar sagrado del cine y menos a tal grado.
Como personaje genérico de reparto quizá, creo que se imagina. Esto no es más
que una multitud de prejuicios que se fueron creando a través de décadas. Es la
negación de reconocer que no debe haber mexicanos de primera, de segunda o de
ulterior grado.
Allí
donde se vea sobresalir a un mexicano del pueblo llano, nunca faltaran los que
creen tener mejor derecho a estar en la cima y siempre se estará esperando los
ataques aunque estos sean mediatizados por un poco de amabilidad, cordialidad y
hasta condescendencia. Precisamente contra esto debe enfocar sus cañones La
Cuarta Transformación, contra los prejuicios.
Si
se observan bien la forma de pensar y de actuar de la mayoría de los mexicanos están
hechas por estereotipos en donde simple y sencillamente la mayoría no
encajamos. Si observamos los figurines de las tiendas, las y los modelos y la
moda de vestir, inmediatamente nos percatamos que no pertenecemos a esos moldes
prefabricados y en donde ninguno nos pregunta si estamos de acuerdo. Se lucha
arduamente en entrar en patrones que nunca nos vendrán a bien.
Muchos
mexicanos nos negamos a reconocer a los otros como dignos de respeto y por lo
tanto nos negamos a reconocer sus derechos y, a ceder cuando esté plenamente
probado que estamos mal. Los huachicoleros piden que se les deje seguir robando
bajo el pretexto de su pobreza y soslayando que están cometiendo delitos que
afectan al resto en lo general. Lo robado a los bienes nacionales beneficia a
unos pocos, a los líderes de la delincuencia y perjudica a la inmensa mayoría pues esa riqueza ya no
se puede invertir en carreteras, hospitales, mejores servicios y todo lo que
tiene necesidad el pueblo. Y, eso es inadmisible.
Como
en 1857, hace falta un Estado fuerte que someta a todos los estratos privilegiados
o con fueros de facto y que estén fuera de la observancia de la ley. A todos
aquellos que piensen que los mexicanos que no encajan en sus estereotipos de su
realidad occidentalizada no tienen derecho a desarrollarse plenamente deben
entender que se debe cambiar esta realidad decadente. ¿Quién o quienes pueden
decidir quién o quienes tienen el derecho a aspirar a vivir en todas sus
capacidades humanas?, ninguna persona en lo individual ni la sociedad en
general. La libertad no debe ni puede ser restringidas.
El
pueblo y los que dirigen esta Cuarta Transformación si quieren tener éxito,
deben combatir estos fueros, estos estamentos y privilegios que son los que
tienen postrado al Estado Mexicano. Disolver estereotipos en la medida de lo posible
para allanar el camino al pueblo en general. La Cuarta Transformación tiene
multitud de obstáculos y eso es lo más interesante, tanto para templarse como para
probar su fuerza verdadera. Es de mañana y la tarde espera.
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