Hay
dos formas de ver este cambio de régimen político, con optimismo o con
nostalgia. Los optimistas, en general, se ciegan y lo único que quieren es que
el régimen priista y el Partido Revolucionario Institucional desaparezcan a lo
menos como actores principales de la vida pública y en esto tienen toda la razón
pero no en los errores del actual gobierno. Este gobierno está en su parteaguas
y no se puede saber cómo terminara su gestión. Los nostálgicos del antiguo régimen
político priista todo lo ven con pesimismo y cada nuevo día les parece que
viven en un infierno y magnifican los errores del ejecutivo sin dar tregua a
todas horas.
Bien,
no se puede hacer un análisis definitivo para valorar este gobierno y mucho me
temo que pasaran años después de terminado este sexenio para poderse valorar
con justeza. Somos malos jueces de nuestro propio tiempo. Los problemas en que
se ha metido el ejecutivo federal han tenido sus efectos de molestia entre
diversos sectores de la sociedad que en lo ideal no deberían pasar pero ya se
ha hasta normalizado que todos los órganos, dependencias, corporaciones,
fideicomisos y programas que se auditan están corrompidos hasta la médula. No
se puede componer toda esta corrupción en tan poco tiempo y tendrán que asar
años para erradicar la cultura impuesta de la corrupción.
Los
que añoran el viejo régimen dicen en plazas públicas y redes sociales que el
partido en el gobierno está lleno de priistas, panistas y perredistas y que por
esta única razón son lo mismo. No hay que aceptar conclusiones lógicas tan
aventuradas pues si se ve esta lógica tiene imbuido un terrible error pues si
Morena es lo mismo que los demás partidos tendrían que estar a favor de Morena
pues es lo que finalmente buscan.
Las
respuestas y conclusiones deben irse dando de apoco y sin emitir una sentencia
definitiva sino hasta que el sexenio termine para ver que avances hubo contra
la corrupción y en los rubros de la política, de la economía y en social o si
todo esto fue otro intento por democratizar el Estado mexicano pues esta lucha
no es nuevo. La nación mexicana tiene décadas tratando de darse no y a un
Estado sino un Estado democrático en el que impere el Derecho, la justicia, la rendición
de cuentas y se termine la impunidad.
A
los nostálgicos que desean que vuelva el anterior régimen político deben de
entender que el mismo se agotó y no tienen posibilidad alguna de volver a
imperar pues como todo régimen ya cumplió con su fin de ser una dictadura de
partido. Por su parte el Partido Revolucionario Institucional (PRI), cumplió
con su cometido de ser el alimentador de esa dictadura de partido único de
Estado. Pero esto se terminó y no hay forma de dar un giro de 180 grados.
El
PRI ya sin el poder presidencial, de gobiernos de los estados y municipios no
tiene acceso al dinero público para hacer política, la única forma corrupta que
conocen para mantenerse en el poder público y gradualmente se ira quedando sin
militantes por pura vinculación necesaria pues no tendrá que ofrecer ni a sus
militantes y mucho menos al pueblo de México. Parece ser que no han logrado asimilar
y mucho menos valorar su derrota pasada. La verdad se les abrirá paso a paso
con cada nueva elección. El PRI no hay duda esta derrotado por completo y su extinción
se hace necesario o por lo menos va a quedar en calidad de partido de reparto.
El
gobierno por su parte todos los días saldrá a defender su administración pública
a capa y espada y los partidarios del anterior régimen saldrán con la misma
fuerza a contradecir al gobierno con todas las formas posibles. Pero al seguir
la senda de esta llamada Cuarta Transformación los filósofos no deben tomar
partido sino cada tarde elevar el vuelo sobre los hechos para fríamente sacar
sus propias conclusiones demostrables. Hay que mantener la imparcialidad.
Quitar las ideologías de ambos lados para no seguir hechos contaminados y de
esta manera poder encontrar la verdad en esa gritería de mercado y de sabor
desagradable.
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