No
es raro que un pueblo, varios pueblos o la humanidad completa se pierdan, se
equivoquen de una manera lastimosa. Eso es grave y resulta un problema sobre la
vida humana. Es sabido que existen cosas en el sentido ontológico, valores,
objetos ideales y el ente radical donde tienen sentido estas tres regiones de
la ontología. Un problema metafísico. Sin embargo, siendo lo más importante la
vida y en especial la humana es lo que menos importa hoy día.
Durante
la historia de la especie humana la vida ha estado dependiendo de centros de
gravedad ajenos a la vida misma. En un inicio la explicación mítica de dioses antropomórficos
fue la respuesta; después se trató de dar una respuesta a través de la filosofía
pero la teología puso como sirvienta suya a la filosofía y rigió la vida. Llegaron
la ciencia y la técnica y desde ahí se ordenó la vida; sin embargo, se trataba
de dar cierta dignidad a la vida por tenerla como una extensión de la
divinidad.
Con
el capitalismo los seres humanos van a ser considerados como mercancías, cosas
que si bien tiene sus antecedentes con el esclavismo difiere en su generalización
de los pueblos en general. Los filósofos han sabido que las cosas, los valores
y los objetos ideales no aumentan el ser de los humanos sino que, es el
desarrollo pleno de los seres humanos lo que puede aumentar su ser.
Las
valores, debería ser evidente que no aumentan el ser de los humanos pues no son
sino valentes; los objetos ideales menos y las cosas mucho menos, al contrario,
si se toman como referentes para apreciar a los seres humanos lo ocultan,
sobrepasan y lo vuelven confuso. Con todo, de común tasamos a los seres humanos
con relación a lo que tienen en propiedades materiales, dinero o posesiones y
nos parece que es de lo más normal. Adoramos a este tipo de personas y son los
tipos ideales; es a lo que aspiramos todos los días de nuestras vidas. Esto es así
porque es un paradigma, modelo a que se debe perseguir sin que nos diéramos cabal
cuenta. Nos han engañado pero estábamos y estamos dispuesto a dejarnos engañar,
a deificar esa idea y soñar con parecer aunque sea a esos tipos exitosos, en
caso contrario, somos unos pobres diablos, es decir, dignos de risa, de burla y
eso lo detestamos.
Pero,
¿acaso estaban equivocados los más señeros filósofos?, no, simplemente se dejó
de perseguir el ideal se seres dignos por sí mismos y se prefirió a los seres
humanos con cosas y, los modelos se volvieron aquellos que triunfaron en los Estados
Unidos con el sueño americano aunque
estos sean verdaderos zafios aunque con dinero. Sin embargo, y a pesar de los casos de éxito que
se publicitan los casos de miseria son con mucho, mayores. Unos pocos ganadores
contra millones de pobres en diversos grados. Vivimos una loca y absurda ilusión
de bienestar y nos negamos a regresar a la cordura, al buen camino aunque
sepamos que este sistema nos vuelve autodestructivos, débiles, insanos y mucho
menos seres humanos con valores. Debemos confesarlo muy profundamente, amamos
los antivalores para vivir, para fincar nuestra forma de vida. El más claro
ejemplo lo es nuestra clase política pero no se crea que los que no somos políticos
estamos fuera de culpa pues esa clase política es salida de nuestro propio
seno. Aunque nos declararemos demócratas muy a menudo no escondemos nuestros
verdaderos propósitos y no dudo que muchos haríamos lo mismo que aquellos
contra los que despotricamos pero lo ocultamos muy convenientemente.
Bien,
es en este contexto en el que vivimos ¿qué le vamos a hacer?, pero no por ello
debemos tirar la toalla. No hay que dejar las armas ni el lugar de la lucha ni
la lucha misma que puede ser en todo caso solitaria.
El
peligro no es ilusorio ni lejano, los seres humanos hemos perdido el camino y
francamente no se ve claro cuando, como y en qué dirección se deba corregir la
vida poniendo el centro de la vida en la vida misma lejos de los mitos, de las teologías,
de la ciencia y de la tecnología y de todo aquello que le es no solo ajena a la
vida sino dañina.
Por
lo pronto lo material decide el valor de la vida. Eso es espantoso. Lo que debe
ser lo más apreciado, la vida sujeta, determinada por las cosas que son de un
rango inferior a la vida pero un rango radical. La vida está en un sin sentido.
Ya lo ha dicho Giles Lipovetsky triunfa lo efímero, lo vacío con tal de que se
ajuste al modelo de éxito actual igual de vacío, efímero.
No
es raro que los más torpes e ignorantes triunfen en lo político con tal de que
se ciñan al paradigma de éxito y consigan el poder; entonces, no nos importa en
realidad que sean verdaderos delincuentes pues nos creamos y recreamos en la
imagen y el cotilleo del triunfo ajeno aunque haya sido conseguido de la manera
más vil. Somos sus seguros avales inconfesados.
Si
lo que importa es lograr el éxito sin importar los medios no es de extrañar que
a los gobernantes se les hace ridículo que se les reclame sus actuaciones pues
han triunfado y les parece que se les tiene que idolatrar. Una meta tienen los políticos
al gobernar, mantener contentos a los dueños de las trasnacionales a como dé
lugar y si hay miles de muertos, violación de derechos humanos, asesinatos por
montones, injusticias y toda la vida nacional torcida a ellos no les importa tienen
su principal función cumplida. Les basta con negar, amenazar, mentir, poner
toda la prensa oficialista a trabajar para que haya por lo menos apariencias de
bienestar y, a los que son indóciles se les trata como rijosos, agitadores
profesionales y se les denigra al grado de ponerlos a un paso de las cárceles.
El Gran Cerdo Hermano vigila para controlar y castigar en todo caso pues tienen
el monopolio de la violencia a su merced.
El Dios dinero está
en el altar y en Forbes aparece el Papa y sus obispos en franca lucha por ser
el siguiente “mandamás”. La nueva religión del dinero nos ha atrapado, incluso
a la Santa Madre Iglesia, y todos los aparatos burocráticos son las estructuras
que permiten el magnífico funcionamiento de la maquinaria que sostiene a este poderos caballero “Don dinero”. Ninguna religión a alcanzado tanto poder como este
nuevo culto forjado a fuego. ¿Quiénes somos ya?. Ese es nuestro problema vital.