Hay diversas clases de amor,
entre padres e hijos que, llamamos amor filial, entre personas del mismo sexo y
entre personas de distinto sexo que llamamos amor de pareja. No obstante, solo
trataré el amor entre personas diversas. Ese amor que hace que la mujer o el
hombre pierdan la cabeza al punto de hacer tonterías de todo tipo hasta llegar
al matrimonio. Pocos en su sano juicio se casan.
Por el contrario la amistad
no es plural sino única, bilateral y hasta unilateral. Y, es ese sentimiento de
comunión entre las personas en sentimiento por el goce de sus personas sin
llegar al matrimonio ni la locura. Comparada con el amor la amistad es un
remanso mientras que aquel es una tormenta interminable. El amor tiene su
resorte en el bien personalísimo, aunque no se confiese, la amistad en el bien
común y hasta ajeno.
Sé que los dulces corazones
estarán en total desacuerdo con mis ideas pero ello es así, debido a que no han
examinado a profundidad la conducta humana y en consecuencia sacar los patrones
y sus motivos más íntimos. Los invito a devanarse los sesos y mirar bien si no
se nos mantiene en una ceguera mental en favor de la conservación de la especie.
Antaño se formalizaba el
matrimonio con todo un ritual en el que participaban no solo las familias de los
novios para llevar a cabo el feliz matrimonio sino incluso los amigos
correspondientes. Después de todos los preparativos y sabiendo lo endeble que
es la convivencia entre hombres y mujeres se obligaba a los esposos a jurarse
amor “Hasta que la muerte los separe”. A esto se le lama sentar cabeza por parte del hombre y esa, es su intención priimaria. Por si esto fuera poco se hacía un
rígido círculo para que el hombre no abandonará el matrimonio y este se
constituía con una dote, con las obligaciones de los hijos, el amor filial, con
lágrimas y ruegos. Sin embargo, tal y como lo señala Montaigne, de una forma
poética y acertada “El matrimonio es como una jaula, uno ve a los pájaros
desesperados por entrar, y a los que están dentro igualmente desesperados por
salir”, es decir, los que están en matrimonio han salido de la locura y los
solteros han enloquecido.
En la actualidad se ha
relajado el rito y aunque existe ya no tiene la fuerza de antaño. De la misma
manera el círculo se ha vuelto laxo. Ello, debido a que las mujeres han logrado
muchos derechos y se espera que logren la tan ansiada igualdad de género y no
hay forma de darle marcha a tras a esto, para bien o para mal de ambos géneros.
Hoy hay más solteros o debería decir más solitarios que, incluso que en la
prehistoria. Esa es una paradoja de la híper modernidad, habiendo más de siete
mil millones de personas se vive en una soledad espantosa; esto incluso con las
más sofisticadas formas de viajar y de comunicarse con solo pulsar una tecla.
Incluso, hasta cuando hay
matrimonio este es muy endeble y las estadísticas de divorcios por la vía más
pronta se elevan gradualmente. Claro, el juego vuelve a empezar porque la sed
de amor no se apaga casi nunca y aunque se sepa que se va a una tormenta
permanente se vuelve a ir con la misma necesidad y las mismas aspiraciones.
Bienvenidos al infierno, uno muy distinto al de Dante. Este es el drama de la
vida porque toda ella es dramatismo puro revestido de optimismo en busca de la
felicidad permanente. Pocos alcanzan a superar tantos obstáculos con verdadero éxito. Para
ellos van mis felicitaciones.
Se me puede tratar de
objetar, diciendo que, existen muchísimas parejas que envejecen juntas; a
menudo se les ve apacibles y caminar de la mano con mucho amor. Me perece que
no se toma en cuenta la fuerza de la costumbre. Pasa con el matrimonio como con
las tradiciones populares; hunden sus raíces en la oscuridad del pasado que
ya no se sabe su significado original y se practican por pura tradición (entrega
de una generación a otra); es decir, se han vaciado de contenido. En el
matrimonio, por lo general, después de cierta edad ya se han agotado todas las
aspiraciones, las fuerzas, las mejores batallas. Los jóvenes deben ser
ambiciosos, valientes, fuertes y osados, los viejos prudentes. Rara avis, es ver en una
pareja con amor y amistad.
Por el contrario la amistad,
como dije, es un remanso y es fuente de felicidad. Allí no se ven enemigos y
muy rara vez se torna en una tragedia. Para apoyar mi aseveración solo basta
ver a los amigos con que felicidad conviven y como se buscan. Incluso hay
amigos que a pesar de no verse durante mucho tiempo se tratan como si nunca se
hubieran ausentado. No pasa lo mismo con el amor de pareja.
Por mi parte, no quiero pecar
de pretensioso y querer acabar un tema extenso. Doy por terminado mi escrito,
dando mi parecer sobre este tópico. Entre el amor y la amistad elijo esta
última y si es con hombres mucho mejor. Esto no por misoginia ni cosa parecida,
estoy rodeado de mujeres a las cuales les deseo lo mejor sin duda alguna pero
la edad es un problema, no alcanza la vida para leer y meditar.