Para
el gobierno de Enrique Peña Nieto, todo está bien, México está en jauja. Los
nuevos diputados acaban de jurar la Constitución General y se felicitan con
gran ánimo, pintan el futuro como si en lugar de una locomotora de la corrupción
fueran taumaturgos de la miseria y la convirtieran en la tierra de “Leche y
miel”. Es una vileza que estén tan alegres los mismos traidores, los mismos
corruptos, los mismos violadores de la ley, de los derechos humanos, de las garantías
individuales. Allí esta Jesús Zambrano, con el cinismo más inquietante, jurando
la Constitución junto con otros casi 500 diputados que con gran satisfacción gritan
“…y si así no lo hiciera que la nación nos lo demande”. Esa es una burla al
pueblo ya que cuando el pueblo sale a demandarles sus excesos, su corrupción sin
límite, envían murallas de carne bien entrenada para reprimir bajo una legalidad
a modo que solo se impone el pueblo y deja impunes a los políticos. Este
gobierno es experto en una sola cosa: en la aplicación de la ley del garrote. Allí
están Manlio Fabio Beltrones y Cesar Camacho y toda su corte de corruptos, dándose
baños de pureza, con ansias incontroladas por seguir desmantelando lo publico
en beneficio de las trasnacionales y para ellos mismos. Se han unido y
juramentado los políticos en un pacto de saqueo de corrupción e impunidad.
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