Que
no se crea que, la desconfianza, la crítica, la oposición, la acción política
contra el gobierno son producto de la imaginación, del rencor, de la mala fe,
del dolo del pueblo mexicano hacia el actual gobierno de Enrique Peña Nieto;
no, todo ello tiene su base profunda, sólida en los hechos históricos sobre el
proceder del Partido Revolucionario Institucional. Más de setenta años de
dictadura del partido único de Estado, durante los cuales se cortó de tajo toda
libertad, se hicieron masacres como la del 68 y la del 71, se persiguió a los
detractores del sistema por todos los medios posibles: cárcel, desapariciones,
matanzas, cacicazgos y una corrupción sin límites en lo político y lo económico.
En lo
particular se sabe de las ligas políticas, nexos familiares, de Peña Nieto con
el grupo Atlacomulco, Carlos Salinas, Arturo Montiel y todo el grupo cupular del PRI.
Miradas ambas historias se ven como una sola.
Peña
Nieto gobernó el estado de México con totalitarismo y todos los métodos represivos
que tuvo a su alcance hasta desembocar en los crímenes de Atenco. Líderes
muertos, encarcelados y la consabida Ley del Garrote.
Por
todo ello, el pueblo no cree en las investigaciones e informes dados por el
empleado y amigo de Peña Nieto: Virgilio Andrade. A todas luces, se responde a
los actos de corrupción con una simulación. Si a esto se le suma que es, un
derechos de los ciudadanos fiscalizar a los gobernantes no le debe de extrañar
al gobierno la posición del pueblo.
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