La
iglesia católica se ha degenerado a grados inéditos y le hace falta una
renovación limpia de delincuentes pero, antes de ello, le hacen falta que
verdaderos líderes inteligentes que tengan bien definidos los tres campos de
normas que regulan la vida. A saber, las normas morales, las sociales y las
jurídicas. A menudo se mezclan los intereses, la moral se cuela en las normas
jurídicas o sucede lo contrario o se confunden los campos por donde deben
transitar y se da al traste con los fines de cada una de estas regiones.
Los
dos últimos Papas, anteriores al actual, batallaron contra los grandes avances
científicos y filosóficos que han corrido el velo de lo que, antes se podían
considerar misterios o milagros. Con el paso del tiempo los pueblos, gradualmente,
se van alejando de las religiones, transitando hacia el nihilismo pasivo. ¿Cómo
encarar, desde la teología, la nueva realidad?. Los líderes católicos no logran
siquiera a darse cuenta lo atrasados que están con relación al nuevo Estado
híper moderno y por ende, de las diversas naciones, siguen con dogmas absurdos
que ya solo creen los muy inocentes.
Ahora
bien, el Papa Francisco I, parecía que era la respuesta al tremendo atraso de
la realidad que, los teólogos tienen respecto a la actualidad; carismático como
una estrella de rock, escalando popularidad y adeptos que ven en él, la
respuesta al desprestigio y una renovación moral de toda la iglesia cristiana.
En efecto, quien pude poner en duda que los príncipes de la iglesia lograron
elegir al mejor de todos los elegibles y por si fuera poco, argentino. En
Europa los templos se vacían al ritmo en que el nihilismo avanza y ya no es,
terreno fértil para incrementar la cosecha de fieles. No obstante lo anterior, aún
quedan naciones dispuestas a creer en la metafísica teológica.
De
un Estado político y económico principalmente, la iglesia ha pasado a ser una más
de las trasnacionales, quizá la más grande y fructífera económicamente. Ya tenía
la estructura, faltaba la visión y practicas netamente mercantilistas. Con o
sin la participación de Francisco I, esta trasnacional de las almas y de los
bolsillos de sus fieles ha amasado cantidades sin precedentes. Se calcula que
los activos de Los Legionarios de Cristo, ascienden a unos escalofriantes $25, 000,
000, 000.00 de dólares cifra que, bien los puede situar dentro de Forbes.
Latinoamérica
fue la respuesta para mantener y aumentar el número de fieles, de ingresos económicos
y el apuntalamiento del poder político del Vaticano en el mundo. Un Papa latinoamericano (los mexicanos soñaban
con uno de la misma nación mexicana), bien podría detener y aumentar los fieles
y no estaban equivocados. En este rubro no se puede decir que la iglesia católica
no logró su cometido. Hoy, Latinoamérica puede sentirse orgullosa de tener un
Papa que se identifica con los pueblos, que habla el mismo idioma para las mayorías,
el español, un éxito rotundo.
Si
en el campo de lo material no se puede hacer una criticar que la iglesia católica
no haya alcanzado su objetivo, no se puede decir lo mismo en el campo
intelectual ya sea este filosófico, teológico o del Derecho. El Papa Francisco
I, manifestó que “El Diablo castiga a México porque ahí se apareció la virgen María”,
palabras más, palabras menos, llegando al extremo de no ver como responsables
de muertes, desapariciones, corrupción e impunidad a los gobernantes sino a
todos los mexicanos. Este desvarío no puede ser creído bajo ninguna
circunstancia. Se sabe a ciencia cierta la forma en que se creó el sistema político,
económico y social en México y la manera en que se fue volviendo en
totalitarismo, corrupción e impunidad. Los hechos y los actos ilícitos, las
desapariciones forzadas, la guerra sucia contra la guerrilla y los grupos
opositores al Partido Revolucionario Institucional, el nacimiento de los
carteles y la corrupción en que entraron los demás partidos no son, producto de
Diablo alguno (producto de la imaginación humana), ni de Huitzilopochtli
(identificado por lo españoles como el Diablo), sino de un sistema creado para
someter a la nación mexicana por parte de la clase política, la propia iglesia
y los dueños de las grandes trasnacionales. Los ex presidentes, los grandes ricos
y los políticos ricos (un político pobre es, un pobre político decía Carlos
Hank González), tienen una historia mundana de excesos, ilícitos y toda clase
de inmoralidades, bien documentadas pero impunes dentro de un sistema político
y de Derecho a modo.
Por
otro lado, ¿qué razones podría tener el demonio con forma de Huitzilopochtli,
en tardarse casi 500 años en castigar a los descendientes de los pueblos prehispánicos
por abrazar una religión que ha resultado tan mala y cruel como la que desplazó?,
(véase la pederastia, las traiciones al pueblo mexicano, los múltiples delitos
cometidos por los sacerdotes). Las declaraciones e interpretaciones del Papa
Francisco I, no tienen asidero alguno ni pueden aceptarse, a no siendo como
creaciones humorísticas o desvaríos.
Lo
que no puede tomarse a broma, son los efectos nocivos para la nación mexicana
que, si bien, es responsable del lamentable estado en que se encuentra el
gobierno por su pasividad, no puede ser culpable por la continua y efectiva corrupción
imperante en los tres niveles de gobierno sin importar que partidos políticos gobiernen.
Lo que suena a carilla, le cae al gobierno como una autentica bocanada de aire
fresco ante su desordenado y perverso proceder. Las reformas estructurales (la privatización
de lo público), simplemente no da los resultados esperados de jauja, la corrupción
que va desde el presidente de la Republica hasta el más modesto presidente
municipal, se simula y se acalla. Es cierto que, muchos mexicanos no creerán
semejantes declaraciones papales pero, no ocurre lo mismo con la mayoría del
pueblo que, tal como lo dijera Juan Pablo II, “México, siempre fiel”, (entiéndase
siempre fanático, irracional), que siempre está dispuesto y obediente a las palabras
del vicario de Cristo.
Al
parecer el Papa Francisco I, solo tiene el tino de mantener y aumentar el
capital material y de fieles pero es, incapaz de poner el pensamiento teológico
a la par de los tiempos actuales y prefiere seguir con sus interpretaciones
libres de toda lógica, de toda realidad, dándole el hombro del Vaticano al
gobierno de Peña Nieto. No creo en los diablos metafísicos pero si en los
demonios humanos. Días negros para la nación mexicana.
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